Tremendo golpe de Carles Puigdemont, de consecuencias aún imprevisibles, en lo que es ya la campaña para las elecciones catalanas de dentro de un mes. El ex president de la Generalitat, el fugado más famoso del país, el hombre que lleva meses protagonizando los titulares políticos, ha anunciado que, si no gana en Cataluña el 12 de mayo, se retirará de la política y se marchará a la vida privada, es de suponer que a poco más que a pasear por su Gerona natal.
Nada de hipotéticas alianzas para formar un gobierno con el PSC de Salvador Illa, nada de debates 'cara a cara' con el actual president de la Generalitat, Pere Aragonés, que, aunque no lo diga así, sigue siendo su enemigo. Es el 'nuevo' Puigdemont, que se presenta, de cara a las urnas, sin la arrogancia habitual, negando que pretenda entrar ilegalmente en España antes de los comicios, asegurando que es el triunfo total o el completo tirar la toalla, al menos tal y como yo lo he entendido. ¿Cuál puede ser el resultado de esta estrategia inédita? Quién sabe; pero, al menos, apuntemos esto:
Primero, que me parece que Puigdemont tiene credibilidad cuando asegura que, si no gana y, por tanto, no recupera la presidencia de la Generalitat, abandonará del todo la política. Así, la sesión de investidura en el Parlament catalán sería su último acto oficial y se supone que, a continuación, abandonaría el acta como parlamentario. Al no presentarse a las elecciones europeas, también habrá perdido su acta en Estrasburgo. Y, al haber ya abandonado Waterloo, residiendo de manera provisional en el sur de Francia, en la 'Francia catalana', como él dice, su opción más probable, como sugirió en una entrevista que rompía con muchas cosas de su pasado en la mañana de este martes en RAC1, es convertirse en paseante por las calles gerundenses el resto de su vida. Eso, claro, será si pierde las elecciones. Pero...
... pero, segundo punto, ¿las perderá? Difícil calcular, incluso con los sondeos demoscópicos más de urgencia que ya se están realizando, el efecto que el anuncio de Puigdemont en RAC1, que al parecer ha sorprendido hasta a sus más cercanos seguidores, tendrá sobre las intenciones de los votantes. Yo diría que eso propiciará para él una clara ventaja sobre sus 'rivales independentistas' de Esquerra, que todo lo fiaban a los golpes de efecto de Pere Aragonés, el actual president de la Generalitat, en su reivindicación de que ahora 'toca' un referéndum de autodeterminación.
Así lo expresó, de manera un tanto desafiante para el Gobierno de Pedro Sánchez, este lunes en el Senado, ante la ausencia inexplicable de los 'barones' regionales socialistas. Ahora, lo anunciado por Puigdemont por lo menos descoloca las campañas de todos sus rivales, especialmente la de ERC. Y algo también la de Salvador Illa.
Yo diría que, tercera derivada, la alianza de Sánchez con los independentistas catalanes está ya virtualmente rota. Por un lado, porque Aragonés tiene que basar su supervivencia política en 'arrancar' al Gobierno central una promesa que Sánchez de ninguna manera puede hacer, so pena de que le caigan encima todos los males del infierno: el referéndum, se camufle bajo la fórmula jurídica que se camufle. Así que el president de la Generalitat y candidato de ERC a lo mismo tendrá que endurecer su posición hacia Sánchez: ni mesas negociadoras, ni componenda alguna. Al menos, en este cuarto de hora.
Y, por otro lado, Puigdemont, que ha minimizado el peso en la candidatura de Junts para realzar el suyo propio, es ya claramente un rival para el Ejecutivo del PSOE/Sumar: si aún sostiene a Sánchez en el poder es porque hay cuestiones, ya se ve, más apremiantes, como ganar las elecciones catalanas. Y después del 12 de mayo, ¿qué? Supongo que eso mismo se están cuestionando en estos instantes en la Moncloa.
Así que, si Salvador Illa gana al frente del PSC y logra formar un acuerdo con ERC, para Sánchez significará un triunfo considerable, porque se habrá deshecho de su socio/rival, quizá ya hasta enemigo, el incomprensible Puigdemont. Otro que se queda en la cuneta al paso marcial de Sánchez. Ahora bien: si la tornadiza opinión pública catalana diese casualmente -las encuestas siguen sin indicar que esto sea probable, al menos las efectuadas hasta ahora- la victoria a Puigdemont, todo, empezando por la gobernación de Sánchez, podría saltar en pedazos: imposible mantener un pacto con el que fue llamado 'el fugado de Waterloo', imposible cualquier componenda con un personaje imprevisible que ha logrado tener del ronzal nada menos que al Gobierno de España, llevándonos a todos hasta donde nos ha llevado.
De Puigdemont se puede esperar cualquier cosa. Todo. Y eso es precisamente lo malo. Lo que Sánchez, en su afán por ganarse los siete votos de Junts en el Congreso de los Diputados, que le mantenían vivo políticamente, no ha sabido o querido ver. Que, a menos que se retire porque pierde las elecciones, y deje entonces de ser un peligro para todos, Puigdemont es una caja de sorpresas. Una caja-bomba de sorpresas.