Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Cancelación

02/06/2023

Dicen que lo más delicado que hay en el mundo es el culito de un bebé. Pues bien, no es cierto. Mucho más sensible que el culito de un infante es la epidermis de un político en época de elecciones. En estos casos suele operar la regla de la proporcionalidad inversa: cuanto más modesto es el político, cuanto más insignificante y rústica es la parcela de poder que gestiona, más fácil resulta provocar sus iras. Y la explicación no es otra que el miedo. Un mediocre que ejerce el poder vive en un estado permanente de terror, máxime ante la inminencia de las elecciones, cuando recuerda que la autoridad que maneja, por modesta que sea, es prestada y viene con fecha de caducidad. Conforme se acerca la jornada electoral, estos políticos de vuelo corto inauguran tontunas y se hacen fotos a tutiplén. O se montan mítines para que los saquen en medio de una turba de paniaguados que agitan banderitas y celebraban sus sandeces como si fueran perlas de sabiduría. Y el tiempo que les queda libre lo dedican a empadronar a simpatizantes en sus municipios, con frecuencia a cambio de ayudas, subvenciones y otros sobornos más o menos disimulados. Cualquier argucia vale con tal de mantenerse en el sillón desde donde ejercen el mangoneo y el nepotismo. Todo ello sin perder la sonrisa. Sin embargo, tras su apariencia de confianza y de cordialidad, son auténticas minas terrestres a punto de explotar. Si alguien les pisa un callo, no era raro que se les caiga esa careta risueña que llevan puesta. Y bajo la sonrisa del político mediocre suele acechar la mueca siniestra del cacique. Entonces les da por cancelar, por anular, por silenciar. Se afirma que vivimos en la cultura de la cancelación. De hecho, algunos de estos políticos pastueños es la única cultura que poseen.

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