Elena Serrallé

Elena Serrallé


El saludo invasivo

21/02/2024

Dicen que es en las distancias cortas cuando realmente empiezas a conocer a las personas, sin embargo, hay algunas que van más allá y pueden dar la sensación de que sufren de miopía porque sobrepasan esa línea imaginaria que delimita los espacios personales. Pocos, muy pocos comportamientos incomodan más que los que yo denomino «saludos invasivos». Se producen cuando alguien se acerca demasiado, ocupando tu espacio vital. La primera vez puedes achacarlo a una situación excepcional, pero cuando se produce de manera reiterada se genera una sensación de rechazo incontrolable.
Si a esa estampa le añades el toquecito reiterado en el brazo mientras te está contando cualquier hazaña, proyecto, vivencia, anécdota, se alcanza un efecto irrefrenable de querer salir corriendo y no parar hasta cambiar de huso horario. Y eso, queridos lectores, sigue pasando. Con mayor o menor grado de intencionalidad, pero sigue pasando.
El hat trick se consigue cuando descubres que, esa misma persona que no para de darte golpecitos en el brazo previa colonización de tu espacio vital, carece de oídos, esto es, no escucha, no forma parte de sus planes prestar la más mínima atención a lo que tú puedas aportar a ese soliloquio que se eterniza, pero que, como agarra con su zarpa tu cúbito y tu radio, ha conseguido mutilar tu huida. 
¿Tan difícil es llegar, saludar, mantener la distancia corporal adecuada sin resultar invasiva e intercambiar los turnos de palabra prestando atención efectiva a tu interlocutor sin monopolizar una conversación?