Nos dice la historia, ciencia a la que siempre recurro para hacer mis reflexiones adecuadas, que la primera vez que se cita este objeto de uso doméstico para acrecentar la higiene personal, fue en tiempos del monarca Luis XV, en Francia, cuando Madame de Prie atendió la visita del ministro René Louis de Voyer, marqués de Argenson, sentada en un curioso mueble en el que se disponía a lavarse sus partes íntimas al mismo tiempo que hablaba con el aristócrata.
El nombre está claro. Proviene del francés –antiguo bidet- que era un tipo de caballo pequeño parecido a un poni y que usaban las damas y niños de la nobleza para sus paseos. Tal cual provoca una posición para cabalgar muy parecida a la que usas cuando te asientas en un bidé como instrumento de baño.
Y cierto es que el bidé siempre tuvo una función importante: la de método anticonceptivo, aunque su eficacia fuese dudosa. Y viene sin duda, del abusivo uso que las prostitutas hacían una vez hecho el acto sexual para limpiarse de posibles embarazos y enfermedades venéreas.
Sea de una u otra forma, este elemento se hizo muy popular en el siglo XVIII y se generalizó en Europa, desde la mitad del XIX al final del XX.
Así que, amigos, este objeto de baño que aliviaba las partes nobles y los muslos "escocidos" del insigne Napoleón, después de cabalgar en sus monturas, o que tanto usaría María Antonieta o nuestra Isabel II, después de "coitear a menudo" es ahora, un defenestrado instrumento de baño que, las nuevas normas de uso y decoración, han decidido dejar de lado y que pase a formar parte de las colecciones museísticas.
Pero nos podríamos hacer la pregunta de ¿qué hubiera sido de la Europa ilustrada sin el uso del bidé?; ahí donde tantas partes íntimas lucieron su hechura, buscando limpiar culpas, gozos, engaños, sentimientos, usos y desusos, sin que nadie más pudiera ser testigo de ello.
Ahora, desaparecerá de nuestros baños, será recordado y en la mayor parte de los casos, será añorado por lo mucho que 'sirvió a la causa'.
Sin embargo, siempre hay una excepción en todo; y aquí es Zamora, esta ciudad a orillas del Duero, la que mantendrá su utilización y uso por ley, pues en 1986 su Plan General de Ordenación Urbana aprobó el que forme parte de los utensilios del baño doméstico y así se mantiene. Por tanto, aquellas personas, hombres o mujeres, que sigan deseando usar su entretenido juego higiénico, deberán ir a Zamora –la ciudad que nos se ganó en una hora-.