Ángel Villarino

RATAS DE DOS PATAS

Ángel Villarino


Antes de que sea demasiado tarde

24/11/2023

Existen varias maneras de explicar la victoria del Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders en las elecciones holandesas, pero la más realista es reconocer que el rechazo contra la población musulmana está a punto de convertirse en un problema de primera magnitud en media Europa. Wilders propone muchas cosas radicales y rupturistas que sin duda han tenido empuje electoral. Por ejemplo, abandonar la Unión Europea, cerrar el grifo de la ayuda a Ucrania y dejar de subvencionar el nivel de vida los PIGS (cerdos) del sur de Europa, entre los que se encuentra España.
Todas esas propuestas han contribuido a sumar alguno de los 13,3 millones de votos obtenidos por el líder de la derecha radical holandesa. Pero es su discurso agresivo contra los musulmanes lo que ha catapultado sus opciones a formar un gobierno de coalición. Teniendo en cuenta que Wilders ha doblado al segundo partido más votado de su próspera nación, y aunque sea desde la distancia ideológica, ya va siendo hora de reconocer la magnitud del problema que se nos viene encima.
Todavía se pueden hacer muchas cosas para mejorar la convivencia y es más necesario que nunca seguir argumentando desde posiciones racionales, pero lo primero es reconocer que la fórmula demográfica aplicada hasta ahora engendra monstruos y que hay un sentimiento de rechazo en una parte consistente y creciente de la población europea. Que además no se trata de una alucinación transitoria o provocada por un grupo de fanáticos a los que combatir haciendo chistes y memes. Y que el desafío amenaza con devolvernos a medio plazo en una fase de la historia europea que creíamos superada.
Un porcentaje elevado, y creciente, de esos musulmanes que los votantes de Wilders rechazan son ya tan holandeses como ellos, de manera que la confrontación puede degenerar en un conflicto civil o en una persecución por motivos de identidad religiosa o raza. Algunos países nórdicos han empezado a tomar medidas que hace años habrían sonado fatal y que hoy se asumen sin problemas, como intervenir barrios a la fuerza para evitar guetos o intensificar las políticas migratorias. Hay cientos de recetas probadas, y otras que suenan razonables, pero no se pueden poner encima de la mesa sin antes asumir que el problema existe, que va a seguir creciendo, y que si no hacemos nada acabará destruyendo nuestros estados de derecho.