Malvado Alzheimer.
Viniste a visitarme hace cinco años y sin pedir permiso te instalaste en mi mente y la dinamitaste. Te acomodaste en mis pensamientos y los nublaste. Me doblegaste y ahora no sé si soy alguien.
Me has desahuciado de mi propia vida y desde entonces ando vagando buscando una luz en esta noche perpetua en la que que cumplo condena.
Me has secuestrado. Me has amordazado. Me has obligado a ¿vivir? En blanco y negro una película vacía llena de sombras y de porqués Golpeaste mi identidad sin ningún escrúpulo y ahora me siento perdida.
Se me olvidó recordar.
No recuerdo mi nombre, ni mi edad, ni mi color favorito. No recuerdo mi recuerdos. No recuerdo si fui feliz. No recuerdo la cara de mis padres, ni la de mi marido, no recuerdo si he sido buena o mala madre. No recuerdo cómo se ríe, o se llora, o se grita. No sé bailar.
Miro sin ver y obedezco sin protestar, porque ni protestar recuerdo. Anulaste mi voluntad, mi libertad y mi capacidad de ser yo. No soy yo. Soy una mera espectadora de una vida que no es la mía. No, no, no y mil veces no.
No te perdono este ultraje y esta violación a mi dignidad. No te soporto. No quiero que sigas robando mis días.
¿Qué es el frío? ¿Quién eres tú, que me acercas una cuchara humeante y cepillas mi pelo? ¿Hasta cuándo esta pesadilla que contamina mi alma? ¿Por qué este callejón sin salida?
Encerrados en un cajón permanecen todos los besos pendientes, las risas de complicidad con mis hijos, los consejos maternos, las melodías tarareadas...
No os olvidéis de mí.