En un momento políticamente tan complejo como el que vive este país, la deriva escogida por sus formaciones políticas tiene mucho que ver con los posicionamientos y tensiones que suponen en su funcionamiento interno el rostro que muestran a sus electores. Las distintas posturas que adoptan cada una de las formaciones políticas españolas en este momento dado traza el devenir político, en general inquietante, que predomina ahora mismo en nuestro país. Pero si analizamos por separado cada una de ellas, resulta sin duda la más sorprendente e incomprensible la deriva hacia la que encamina sus pasos más recientes Podemos.
Hablamos de ese movimiento que apareció en la política española prometiendo conquistar el cielo hacia el que lanzó sus aspiraciones electorales y que, con la misma rapidez con la que se proyectó al alza, ha venido despeñándose imparablemente últimamente. Sus luchas internas, la forma de decepcionar a su electorado y la deslealtad con sus socios para gestionar gobiernos, les ha dejado en una posición residual, en la que no parecen moverse muy a su gusto tras los adversos resultados electorales del pasado verano y su consiguiente merma de representación parlamentaria actual. Así las cosas y recién iniciada la nueva y complicada legislatura, los primeros pasos muestran una deriva que puede ser tan peligrosa para ellos mismos como para el resto de la izquierda. El votante de izquierda, en general, se tapa la nariz ante el tufillo que puedan desprender ciertos pactos con nacionalistas de derecha, pero le costará mucho entender a ese Podemos que vota lo mismo que PP y Vox para rechazar un decreto de contenidos sociales en el Congreso.