No paramos de hablar de cordones sanitarios en el actual panorama político español. De hecho es mucho más constante su presencia en el lenguaje que en la realidad. O dicho de manera castiza: mucho ruido y pocas nueces en la realidad del día a día donde no hay cordón alguno. La verdad es que aquí cordones pocos, a diferencia de lo que vemos por ejemplo en Alemania, donde deniegan la entrada a la joven española Isabel Peralta, que a sus 19 años se autodefine como falangista y aspirante a musa de los neonazis españoles, cuando pretendía ingresar en el país germano con la esvástica, un llavero de simbología nazi y la obra cumbre de Adolf Hitler -Mein Kampf- en el pasaje; en España, por el contrario, abrimos las puertas de par en par de las instituciones y hasta de los gobiernos regionales a una ultraderecha cada vez más blanqueada por ciertos medios de comunicación y unos partidos de centroderecha cada vez más de derechas y menos de centro. Así nos encontramos ahora mismo con la más fuerte y representativa ultraderecha que jamás había cohabitado entre nosotros desde la desaparición del franquismo.
El asunto no es baladí ni simple anécdota, preocupa hasta en Europa y así lo han denunciado representantes de la derecha democrática europea, pero ya vemos que lo que dice Europa solo se escucha cuando nos interesa. Así, a Vox se le viene blanqueando desde la foto de la Plaza de Colón de hace algo más de tres años. Por cierto, de los tres grandes protagonistas de aquella foto solo queda Abascal. Rivera se suicidó políticamente con Ciudadanos en vías de extinción, y a Casado lo acaba de defenestrar su propio partido. Ciertamente significativo.