Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Papá Noel

18/02/2022

Ayer, volviendo a casa del trabajo, encontré uno de esos Papá Noel que la gente cuelga de los balcones como decoración navideña. Lo habían abandonado encima de un contenedor de papel y por su postura parecía que se hubiera precipitado desde un quinto piso, con el resultado de múltiples traumatismos. La verdad es que daba incluso pena. Medité un rato sobre posibles interpretaciones: el desaforado consumo navideño pisoteado por los extractos de las tarjetas de crédito, las ilusiones del nuevo año aplastadas por la apisonadora de la realidad… Luego me limité a colgar una foto del muñeco roto en forma de meme en una red social que frecuento y a disfrutar de los 20 likes que me gané gracias a mi ingenio. Por la tarde me fui a pasear al perro y volví a toparme con una escena curiosa. Esta vez no se trataba de un muñeco, sino de un adolescente de carne y hueso que se había plantado ante la puerta de una tienda de reparaciones de móviles y estaba pidiéndoles dinero a los viandantes. Al mismo tiempo, les mostraba un papel que resultó ser la factura de la reparación de su móvil, que ascendía a algo más de 40 euros. Su intención era rescatar el dispositivo del taller, que no se mostraba dispuesto a soltarlo si el propietario no satisfacía previamente el importe del arreglo. Una señora le estaba afeando al muchacho que pidiera dinero por un motivo tan frívolo, pero él se justificaba con el argumento de que no estaba engañando a nadie, y que ya solo le faltaban 16 euros para lograr su objetivo. No soy aficionado a los libros de Paulo Coelho, pero desde ayer estoy intentando encontrar un nexo de unión entre el Papá Noel precipitado y el móvil retenido. Dos encuentros tan curiosos tienen que ser por fuerza un guiño del Universo, algún tipo de cósmica revelación.