Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Leyendas

03/06/2022

Los Rolling Stones pasean por Madrid y yo acabo de escribir el último capítulo de una novela cuyos protagonistas son los Beatles. Aficionado como soy a las coincidencias, me mantengo alerta para ver en qué queda esta incursión mía en el mundo de las leyendas del rock, y el tercer episodio no se hace esperar. El miércoles por la tarde, saliendo de la librería Popular me topo con Juan Rosa, que fue el cantante de Los Trasgos, y nos detenemos a charlar un rato. Mucho antes de Surfin' Bichos y de Angelus Apátrida existieron Los Trasgos, que fueron nuestros Beatles, nuestros Stones y nuestros Shadows, todos ellos en un solo paquete. Los Trasgos eran cinco, y se les ocurrió que a cada uno se le conociera con el apodo de un monstruo. A Juan Rosa, sin embargo, siempre lo llamaron el Rana. Él dice que era porque nadaba muy bien, a la vez que niega cualquier parecido con el batracio. Sin embargo, más que por sus habilidades natatorias, el Rana siempre ha destacado por su voz y su carisma sobre las tablas. Ya fuera con canciones italianas, con temas de los Brincos o emulando a Eric Burdon en We Gotta Get Out of this Place, el Rana se comía el escenario. Me cuenta que una vez la liaron tan gorda que lo tuvieron que sacar por la puerta de atrás del cine Astoria, porque las fans se pusieron como locas y querían llevarse un trocito del Rana a su casa. Eso fue el en año 66. Al mismo tiempo que los Beatles acababan con las giras, un grupo de aquí instauraba el fenómeno fan entre una juventud que hoy recoge a sus nietos en la puerta de los colegios. Ahora, la mirada del Rana se tiñe de nostalgia al acordarse de aquella época en que fueron fabulosos. Estoy convencido de que a los Beatles y a los Stones les ocurre lo mismo.