Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Epiménides

26/02/2022

Cuentan de Epiménides que durmió durante una cincuentena de años seguidos de un tirón. Cajal y el doctor Marañón eran partidarios de dormir no más de cuatro horas diarias argumentando que la vida era breve. En la batalla naval que Augusto ganó a Pompeyo en Sicilia se quedó tan profundamente dormido que Agripa fue a comunicarle que habían ganado -algo que confirmó Herodoto- que, además, aseguró que en naciones distantes a Roma los hombres duermen y velan por medios años; y siendo corriente el de hombres que jamás pegaron los ojos y vivieron largos años sin que la falta de sueño les provocase mal alguno. Velar las armas -además de la guerra un exámen, un juicio complejo ante un tribunal que impone, una fatal declaración de amor, la espera de una operación con riesgo para la vida- se parece mucho a velar a un muerto. Hay horas difíciles y muy negras, pero en el entretanto se aparecen momentos que te conducen a la risa, hasta que, entrada la noche, uno se tumba en la cama y se rinde al sueño por unas horas, así que al día siguiente el juicio es menor, la declaración amorosa se optimiza y se entra al quirófano bromeando con el anestesista -una broma que no llega a ser macabra, aunque al punto es broma; el muerto al hoyo y el vivo al bollo-. El emperador Otón, decidido a matarse, puso en orden sus asuntos en la noche, distribuyó su patrimonio entre servidores y amigos, afiló la espada y conocedor de que sus amigos estaban salvos durmió casi un día con estrépito y gran volatería de ronquidos,  y despierto se entregó a la espada. Dormir ha pasado de ser una cuestión privada a un tratado de estadística. Se recomiendan siete u ocho horas para afianzar la salud y en ese recetario no cabrían Cajal (dormía menos por cuanto le parecía intolerable no dedicarle tiempo al  adulterio) ni el gran Epiménides que descansó tras purificar Atenas de la contaminación traída por los Alcmeónidas -no fueron raros, por tanto, los cincuenta años posteriores e ininterrumpidos de sueño. Quienes tienen la suerte de vivir la vida muelle duermen largas horas y hacen siesta para poder realizarse en la frivolidad y lo mundano -algo no tan malo-. Epiménides se hizo famoso por su paradoja acerca de la verdad y la mentira. Y el sueño es de sí alivio también para el alma, nos templa frente a la adversidad y el éxito.

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