Antonio García

Antonio García


La columna

10/05/2021

Un colaborador de la edición toledana de este periódico ha echado el cierre a su columna. Se lamenta de la inexistencia de lectores y de temas, cansado de volver una y otra vez sobre asuntos varados en tiempos lontanos, los de su adolescencia, ya que la actualidad, machacona a golpe de virus y suciedad política, no le inspiraba. Como exniño EGB, Bienvenido Maquedano se surte de la mitología del madelman, de los phoskitos, o se enternece, durante las últimas nevadas, con la figura de un gorrioncillo al que da de comer. Sus estupendos artículos no eran de esta época, y quizá por eso, lo sean de todas, dado que la infancia recuperada a golpe de teclado, o la autobiografía, valen para siempre, década arriba década abajo. Lo que no entiendo es su melancólico escepticismo ante el alejamiento del público lector o la sequía creadora: comprendería mejor este último si tuviera que levantar su columna a diario y ni aun así le disculparía: la vocación, cuando es verdadera, se salta a la torera esa paralización ante la página en blanco; incluso cuando no hay tema, ya nos viene dado el de la ausencia de tema, con el que tantos columnistas han sabido jugar; y la indiferencia del lector tampoco debería ser excusa, porque la escritura se basta a sí sola. Que nos lean o no es cosa secundaria. Ser millonario de lectores puede alimentar el ego, en la misma que lo hace la escritura solitaria, si ella satisface nuestras expectativas, si después de la tarea nos recompensa la certeza de la página bien hecha. Uno mismo, desde que empezó a escribir estas fruslerías, era muy consciente de que no las iba a leer nadie, y pese a ello hemos seguido adelante, escribiendo para nosotros mismos, ese lector exquisito al que nunca podremos engañar ni nos insultará en las redes sociales.