Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Hotel Wellington

07/11/2020

Juan Luis Cebrián fue entrevistado por David Lema para la sección de El Mundo, Los intelectuales y España, el pasado sábado, en un formidable ejercicio de categoría política. Tuve la suerte de charlar con él en el hotel Wellington a propósito de la recepción que con motivo del día nacional de Rumanía la embajadora Dancau organizó con su exquisita elegancia -algo que aquí sabemos por sus dos visitas a nuestra ciudad-. Cebrián me contó, en un rato muy largo, el interés que Polanco tuvo por quedarse con La Voz de Albacete, periódico de don Pedro García Munera -hubo varias reuniones- , y de ahí pasamos a Tico Medina, que fue director mío, durante unos meses en La Voz, por una azarosa desventura -Tico dejaría suspenso al público que llenaba el salón de actos de la Diputación, cuando, sin un papel, relató las noches en que Fidel Castro le reproducía -personalmente- grabaciones de Castro y el Ché Guevara antes de echar a Batista; y en la cena posterior (tuve el privilegio de presentarle) nos confesó algunos detalles de la presencia de Felipe González en Cuba, que venía de saludar a Omar Torrijos en Panamá-. Le felicité por sus conversaciones con Felipe González reunidas y publicadas en El futuro no es lo que era y fue inevitable para mí deslizar mi admiración por el activo patriotismo de González en defensa de la Constitución y de nuestro sistema de libertades tan duramente ganadas y hoy en peligro a causa de personajes infantiles y mediocres, como compartir que «Juan Carlos fue un gran Rey como Rey, independientemente de los errores que haya podido cometer como persona». Toda la entrevista de David Lema me recordaba el alto compromiso de Cebrián con nuestra historia reciente -como en el caso de González, tales compromisos lo son, en realidad, de futuro, de un patriotismo constitucional o republicano- y me procuraba la sonrisa a la que mueven muchos de nuestros caricatos. Como Cebrián jamás defrauda -Estado fallido y Estado de derecho, El País, 19 de octubre de 2020- me quedaré en «el tonto ilustrado que durante todos los días de la pandemia nos ha dicho una cosa y su contraria y cuando ha podido se ha dedicado a los deportes de riesgo». Aquella tarde del hotel Wellington no pude compartirla con otros columnistas de La Voz -(casi) todos han muerto-.