Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


'La madre'

21/11/2020

Inspirado en los sucesos de Sornovo, Gorki publicó La madre, en un canto al compromiso político y revolucionario -los últimos años de Gorki fueron una pesadilla moral-. La madre ha sido un libro de cabecera de los buenos comunistas (ay, Cayo, quién nos lo iba a decir, ay Cayo Lara, míralo, éste es el apóstata de Carrillo, Iglesias y Anguita, un venal muchacho al lado de Francisco Frutos; gran culpa es tuya, hay que saber elegir, como un deber histórico, el triunfo del PCE es, ¡ay, Cayo!, el ministerio de los casinos y acabar en una oficina para consumidores y usuarios; sin el rigor militante sólo resta maquillaje y palabrería; bueno, dejémoslo ya, dejémoslo) aunque el propio Gorki advirtió, aterrado, que los hijos muy bien podrían denunciar a los padres, naturalmente por el bien de la causa. Yo pensaba que denunciar a la madre burguesa y ramera del capital podría ser la vesania del miedo -el mismo miedo atroz que padeció Gorki- hasta que descubrí, suspenso y quedo, como España entera, la denuncia televisada de Kiko Rivera a la Pantoja, esgrimiendo un legajo de escrituras, calumniando a notarios y abogados, en una versión renovada de aquellas denuncias revolucionarias -quizá el ministro Garzón pueda intervenir, la televisión es, casi siempre, entretenimiento y consumo, asunto, por tanto, de su ramo-. Que nadie defendiera a la antaño penada no constituyó sorpresa -desde siempre le tuvieron ganas- y el auto de fe se daba por intentado -¡que llame y se defienda!, ¡aquí nadie quema a nadie!, esto es un autillo, ya ha dicho el denunciante que entreguemos a la madre al brazo secular, ¡ahora vengan las glosas de los diversos escribanos, las opiniones de partido! (de partido único, claro)-. Negarle la defensa a Isabel Pantoja no era del todo una certeza -pudo defenderse en público si era su voluntad o acopiar en su memorial de agravios los dislates de su hijo (lo más probable)-. Paquirrín olvidó el cuarto mandamiento que, como todo el decálogo, jamás prescribe. A una madre no se le insulta en público ni se le calumnia en lo más íntimo como lo hizo, de largo, su pequeño canalla drogado de soberbia e ingratitud. Ganarás dinero y presencia pública. Y la madre perdonará a costa de muy poco o nada. Las madres siempre perdonan. Desde su imbatible entraña.