Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Francisco Jiménez Carretero

12/12/2020

Me llega la tercera edición del libro de Jiménez Carretero -una edición tercera para un poemario es trasunto de madurez y éxito-. Hay un aparte en el libro (Aún se forjan navajas…) que aúna opiniones de otros escritores y he reparado, desde esa perspectiva, en las vidas en que conocí a Jiménez Carretero -las mías, de juventud y bohemia; también las de acedía y las presentes, un tanto ya descosidas-. Hay palabras de Isabel Montejano (ganamos el Graciano de Periodismo, Isabel en 1982 y yo en 1977) y de Encarnita Martínez y de Luis Parreño y de José Sánchez de la Rosa. Las hay de mi padre (Jiménez Carretero reproduce unos versos de arte mayor como homenaje que yo escuché de mi padre) y de Daniel Sánchez Ortega. En los últimos años en vida de mi padre me hablaba en el despacho común de dos poetas a los que seguía atentamente -esa atención que el viejo escritor provoca para recomponerse y alegrar su propia poética-. Eran Andrés García Cerdán y Francisco Jiménez Carretero. De Andrés admiraba el brillante empuje de lo nuevo y de Jiménez Carretero el poso ya tan asentado de su verso hondo -y en ocasiones de tan hondo, transido de emoción, recuerdo el homenaje a la memoria de mi padre y la intervención de Jiménez Carretero en el Ateneo. Así que hubo un antes y un después. Un antes bohemio en el que uno ponía escaso interés -acaso las bromas con Jorquera y Játiva a la hora de fallar juegos florales- y un presente en que se compilan sentimientos de mucha ley: nos hemos condolido, pero también convidados al oficio de la palabra y a la palmera votiva del verso. El acento de la Navaja de anilla o del hacerse propiamente -Aquel taller de cuchilleros- y del Acróstico -«Aprecio a esta hora los símbolos menores», verso que proemia el acróstico y que citó el poeta de otro poeta. Hay una formidable Décima de las tijeras y áticos versos como La casa de Hortelano, y las ilustraciones de pintores comunes. El tiempo que ni vuelve ni tropieza -escribió don Julián Marías-. Yo todavía tropiezo por aquellos años en que Juan José García Carbonell nos acogía a todos con luminosa generosidad; ese tiempo que ha ido dejando la obra importante del poeta y que avanza al modo fiero del vivir, que es el tiempo hecho a ley, sobrio y claro, afilándose. Los de Barrax, viéndose de a legua -y a más-. Enhorabuena.