Antonio García

Antonio García


Democracia imperfecta

15/02/2021

El revuelo que han levantado las palabras de Pablo Iglesias acerca de la democracia se hubiera amortiguado de haberlas entendido cabalmente. Al afirmar que nuestra democracia no está normalizada -entre otras cosas porque, según él, todavía hay presos políticos- quizá lo que quiso decir es que la democracia en general, y la nuestra en particular, no es un sistema perfecto. Si lo interpretamos así no le falta razón, aunque se nos habrá de disculpar por la falta de costumbre, después de una historia tan azarosa en que la democracia ha sido para nosotros una excepción y no una norma. Ni siquiera la democracia mas grande del planeta, la de Estados Unidos, que se le olvida citar a Iglesias, se libra de episodios chuscos, como el asalto al Capitolio. Paradójicamente los sistemas perfectos son las tiranías, en las que no existe una sola voz discorde -porque se silencian todas-, sólo exhiben éxitos -los fracasos se ocultan-, y se venden como paraísos terrenales a costa del infierno de sus disidentes. Lo peor de una democracia es el aburrimiento, de ahí que los recién llegados a ella abjuren de la que recibieron y quieran remozarla con pintureros lances, jaranas en el congreso y agresividad de boquilla. Nunca, hasta que llegaron los adanistas, habíamos disfrutado de una democracia tan divertida, lo cual puede ser hasta encomiable siempre que no se quede en simple juerga. Los modelos de Francia e Inglaterra, aducidos por Iglesias, quizá nos queden todavía lejos, pero nadie podrá negar a nuestra democracia al menos su capacidad de resistencia y absorción, su paciencia infinita, si ha sido capaz de recibir en su regazo incluso a los díscolos que la cuestionan.