El Socialista, el Comunista y cualquier otro partido, del color que sea, tienen derecho a ponerse al día de acuerdo con los tiempos. Eso sí, respetando los objetivos señalados por sus programas así como la normativa constitucional. Los partidos no pueden ser simples herramientas de poder, olvidando el servicio a los ciudadanos, pues solo justifican su existencia trabajando para el pueblo que los vota -en una democracia plena también para el que no los vota- como objetivo esencial y prioritario. Lo contrario a ese cometido es montar el tenderete, y utilizar la política como instrumento de poder y modus vivendi.
Ese es el único compromiso de los partidos políticos en un sistema democrático, dimanante de la Constitución, aprobada por más del noventa por ciento de los españoles. Y esta fuera de toda lógica formar un Gobierno con una ensalada de siglas con programas distintos para dar solución a los problemas del país. Eso chirría en los ejes de la Ley de Leyes que nos dimos los españoles para salir de la dictadura, y es una verdad que solo se niegan a reconocer las formaciones políticas ganadoras en el rio revuelto de este desaguisado democrático. El señor Sánchez, tan dado a hablar de «la gobernanza» del país a la menor ocasión, debería reconocer la negativa realidad.
No se pueden vender, en el mismo cesto y a igual precio, tomates, nueces, castañas, patatas, fresas y pimientos en un «totum revolutum». «La gobernanza» no consiste en servir solo los intereses políticos de determinados partidos. Para evitarlo solo hay un sistema: que la responsabilidad de formar Gobierno recaiga en el partido más votado, y a partir de ahí dedicarse a hacer política, porque un Ejecutivo formado con retales y restos de serie no es de recibo.