Paco Mora

Paco Mora


El pecado de la carne

10/07/2021

En los primeros años que siguieron a la incivil guerra del 36, el pecado más ominoso era el «de la carne», que por cierto a los hijos de las familias humildes nos traía sin cuidado, puesto que lo nuestro eran las lentejas «si las quieres las tomas y si no las dejas». La carne era para los hijos de los señoritos pudientes. Pero con la pubertad nos percatamos de que el padre Antolín se refería a otra clase de carne. Y así nos criamos los de mi quinta, que vislumbrábamos una rodilla femenina y nos subía la bilirrubina.
Ahora, tantos años después, Garzón, el señorito comunista ministro de Consumo del Gobierno multicolor teñido en rojo, que nos acoquina tanto o más que aquel del invicto general «centinela de occidente», ha resucitado «el pecado de la carne». Pero no de la que nos alegra las pajaritas y nos levanta la moral, sino la de los bistecs y las chuletas de ternera, que tampoco es que esté al alcance de todos los españoles como aquel Nodo que comenzaba y terminaba con la imagen del general gallego «centinela de occidente». El padre Antolín y Garzón tienen muy poco en común, si acaso coinciden en su desprecio a la carne. Pero también se trata de carnes diferentes…
El tal Garzón, que le ha caído un ministerio en la tómbola del poder ese que un día, en los comienzos de mi carrera periodística, me fijó Adenauer que era capaz de «ponérsela dura» a sus cerca de 90 años, ha metido el remo hasta el corvejón. ¡Mira que decir que la carne es mala para la salud! Lo que es malo es no tener dinero para comprarla…
Hasta tal punto la ha pifiado el ministro en cuestión que el presidente Sánchez ha tenido que salir a decir sin rubor alguno -¡faltaría más!- que él ve sobre su mesa «un chuletón en su punto» y le dan temblores de gusto.