Si no lo digo reviento; En este, por muchas cosas, infausto año de 2020 Enrique Ponce ha marcado la diferencia, tapando las bocas a los que todavía continuaban tratando de minimizar su grandeza torera. Cuando todo el toreo permanecía sobrecogido por la mortal pandemia del Covid-19, como la mayor parte de los ciudadanos,  estamentos y profesiones de este país, el valenciano dio un paso al frente y decidió que el toreo le ha dado tanto y le esta tan agradecido, que no podía permitirse a si mismo dejar pasar esta temporada taurina en blanco, sin entregarse en cuerpo y alma a evitarlo en la medida de sus posibilidades.
Lo de menos ha sido el dinero, escaso por cierto, y los compañeros de cartel y los hierros a lidiar. Lo importante es que la Fiesta siga, pese al virus maldito y a los no menos malditos anti taurinos emboscados entre el ramaje político, que llevan años poniendo palos en las ruedas de la Tauromaquia, y se frotan las manos entusiasmados ante la mínima posibilidad de acabar con ella.
Ponce esta alternando con las figuras que han querido seguir su ejemplo, y también con los más modestos, lo que revela en el de Chiva un alma torera de muchos quilates y una categoría humana fuera de lo común. Enrique ha enseñado el camino a muchos otros y ha ganado el aprecio de los aficionados, e incluso de los que no lo son pero tienen el respeto que se debe a los que no piensan ni sienten como ellos. Que eso se llama tener espíritu democrático y lo demás es retorcerse en busca de la bicoca política, aunque sea a costa de dejar el país (España) como un solar irreconocible e impersonal.
Una vez más la España autentica, la que nunca se rindió sin lucha, ha sabido defender las aficiones enraizadas en el alma de los españoles.