Antonio García

Antonio García


Berlanga

17/05/2021

Berlanga cumple 100 años. Muerto hace 10, se perdió una pandemia que, antes que kafkiana o dantesca, habría que juzgar de berlanguiana. Hay que tener cuidado con los centenarios, porque la aceleración de nuestros tiempos hace que se cuestione cualquier nombre que hace cuatro días nos pareció glorioso, y si se ha abierto la veda para desmitificar figuras que parecían intocables como Colón, más precaria puede ser la supervivencia de los que son casi contemporáneos, con mayor motivo si tuvieron el humor como distintivo. Con el arraigo del insólito delito de odio, muchos humoristas que nos hicieron reír en décadas pasadas, hoy estarían en la cárcel, previa lapidación pública. Parece que con Berlanga no se ha dado tal desfase, y su obra, o mejor dicho su espíritu, nos sobrevuela y no tiene visos de que vaya a desaparecer en mucho tiempo. Para confirmarnos en esta creencia no hay más que mirar el comportamiento de los españoles en el último año: esos españoles que en los primeros días de pandemia hicieron abastecimiento de productos y se dieron de tortas por una bandeja de pechugas, que recurrieron a la picaresca para saltarse el confinamiento, que se saludaban a codazos, y empleaban la misma estrategia para vacunarse los primeros; que delataban a su vecino, se sometían al absurdo de una regulada distancia física, o acataban mansurronamente órdenes de gobernantes que les exigían responsabilidad mientras se fumaban un puro; con todos estos elementos inequívocamente berlanguianos hubiera confeccionado el director su mejor trilogía nacional, sin necesidad de recurrir a actores consagrados: tenía a toda España de figurante.