La alcaldesa de Gijón, de cuyo nombre prefiero no acordarme, se ha agarrado como a un clavo ardiendo al nombre de dos toros de Daniel Ruiz para  prohibir los espectáculos taurinos en la muy noble y bella ciudad asturiana. Dice que utilizara la plaza para dar conciertos. ¡Como desafina la señora en cuestión!
El toro Perdigón de Miura mató al Espartero,  uno de los toreros más valientes de la historia  de la tauromaquia. Pocapena de Veragua acabo con la vida de Granero. En Talavera de La Reina Bailador de la Viuda de Ortega, cuyo nombre no estaba asociado a los Coros y Danzas de entonces ni de épocas posteriores, hirió mortalmente a Joselito. Granadino de Ayala le quito la vida a Ignacio Sánchez Mejías, cuñado de Gallito y amigo intimo de Rafael Alberti, Federico García Lorca y de todas las grandes figuras de la cultura de su tiempo. Un toro de Atanasio Fernández, que llevaba por nombre el de Cubatisto,  mato al gran torero de plata valenciano Manuel Montoliu, en la Maestranza de Sevilla. Burlero de Marcos Núñez acabo en Colmenar Viejo con El Yiyo, una gran promesa del toreo de su tiempo, y “orenzo, de Los Maños, quito la vida al prometedor Víctor Barrio. Poco antes había caído en Francia Iván Fandiño, cuando ya había conseguido superar lo más difícil de tan dura profesión. 
El toreo no está politizado, tratan de politizarlo personas como la citada alcaldesa, que harían bien en reflexionar sobre el daño que hacen a algo tan enraizado en el alma del pueblo como la Fiesta de los Toros. Si la alcaldesa de Gijón no quiere pasar a la historia por su absurda postura, reflexione y rectifique su decisión prohibitoria. De lo contrario, es de temer que en elecciones futuras le falten muchos votos para repetir en el cargo…