Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Stendhal

12/09/2020

Stendhal escribió la Historia de la pintura en Italia casi al tiempo que firmaba sus Vidas de Haydn, Mozart y Metastasio. Estos plagios -recurso presto para hacerse un nombre- además de hacer buenos los malos libros del plagiado, son el evangelio del gran escritor al que Balzac admiró tanto. Stendhal pudo decir a propósito de Metastasio, que «si el salvaje prolonga su discurso, ese ruido no tardará en aburrirnos» -hay, por ello, el descubrimiento del otro (el salvaje) y su doma  (el aburrimiento)-. En las Cartas sobre el célebre compositor Haydn, plagio de la biografía de Carpani, se adivina al hombre que ya siempre se viera acompañado, en su conduelo, por la música -«ese arte que nos consuela»-, que siente el maltrato del «horror de las disonancias», se inquieta ante «el juego de las modulaciones extrañas». Si Jesús Aguirre achacaba sus migrañas al padecimiento secular de los Alba, Stendhal se dijo curado de unas fiebres persistentes y malignas, escuchando a Haydn -las fiebres eran las de Carpani, al que le faltó vigor (murió pronto) para apalear al genio del que había descubierto el nombre que velaba el pseudónimo-. Algunos lectores pasan de puntillas por estas obras «menores», pero el escritor, siempre lector que depreda, disfruta con estas acciones propias del que saquea con beligerancia, al fin la creación última y verdadera necesita de aquella destrucción de la que habló el destruido Rimbaud. Consuelo Berges retoma la cita de Sait-Beuve («en literatura se permite robar a otro a cambio de asesinarle») que es innecesaria en el caso de Stendhal              -Beyle plagia para hacerse sitio tras la caída de Bonaparte, no por mejorar a Carpani-. Sus apreciaciones son insuperables. En la Historia de la Pintura (un soberbio plagio de Luigi Lanzi) recuerda que «lo esencial es huir de los tontos y mantenernos alegres», y ya recordó Churchill aquella apreciación de Napoleón (no es lo mismo Napoleón que Bonaparte) que Stendhal anotó («Y Napoleón ha dicho ya: A los 70 años se es siempre inocente en política»). Juan Bravo es, con toda seguridad, no sólo el mejor traductor de Stendhal, también es el gran Papa de la iglesia stendhaliana. Juan me abrió un mundo nuevo con su edición del Rojo y Negro en Austral que ayer hojeaba cuidadosamente en mi vecina Casa del Libro.