Pedro Sánchez tiene el mismo derecho a gobernar por la decisión de las urnas que muchos españoles a desear que se vaya cuanto antes al obscuro rincón del olvido. Sobre todo  cuando está demostrando que por estar cinco minutos más en el machito, es capaz de mantener en su Gobierno ministras tan insolventes política y culturalmente como Irene  Montero. El follón que tiene armado la susodicha con el sexo de los adolescentes es increíble a estas alturas del siglo XXI, y solo es medianamente comparable con la diatriba sobre el sexo de los Ángeles.
¡Pero cómo alguien en su sano juicio puede pensar que la mente de niños o niñas de ocho, diez o doce años está preparada para saber, si quiere ser macho o hembra! Eso no se lo traga «ni el que asó la manteca», por lo que es de esperar que las genialidades que se le ocurren a la «marquesa de Galapagar» para mantenerse en un puesto político, que no hubiera soñado ni en una de las peores pesadillas de su adolescencia de niña boba, caigan en el mas etéreo de los vacíos. Ya sabía el ex-coleta lo que se hacía cuando salió de naja para librarse de semejante genio de la política.
Los alipendes que nos han caído encima al rebufo de la enfermiza necesidad del señor Sánchez de mantenerse en el poder a costa de lo que sea, es, como decía el tonto de mi pueblo, «para mear y no echar gota». Pero como en este país nuestro de los pecados de sus gobernantes y- ¿por qué no decirlo?- de los que se perecen por sustituirlos en el frangollo económico, que es al fin y a la postre donde tienen puestos los ojos casi todos los políticos, sean del color que sean, nos hemos acostumbrado a nuestro show de cada día. ¡Pues qué bien! Aquí paz y después gloria…