Antonio García

Antonio García


Ola de calor

28/08/2023

Es conocido que el calor extremo puede enajenar al individuo, sacarlo de sus casillas y transformar su conducta, sin contar con que la falta de hidratación puede, además, llevarlo a la tumba. Literariamente, esos efectos nocivos los retrató Albert Camus en El extranjero, cuyo protagonista Meursault, cegado por el calor, comete un asesinato sin el menor remordimiento. En los años de publicación de la novela (1942) todavía no se hablaba de cambio climático, pero en la actualidad comprobamos que las repercusiones del calor se han multiplicado exponencialmente, no ya de manera individual sino colectiva. La semana pasada hemos vivido el caso de cómo todo un país puede quedar obnubilado bajo un golpe de calor. Durante esos días, propicios por su inclemencia para el derretimiento de cerebros, y al dictado de todos los medios de comunicación puestos en fila, se ha linchado con saña a un señor calvo que se mostró efusivo de más en la celebración de un triunfo. Al susodicho espécimen –un impresentable por otros motivos- se le ha tildado de monstruo, depredador y agresor sexual, pero no porque hubiera violado, asesinado y troceado a un congénere (que es en lo que uno piensa cuando se maneja ese vocabulario) sino porque había robado un beso a una jugadora de la selección española. A ninguno de los miles de tertulianos, todos a una como fuenteovejunos, se le ha ocurrido discrepar del rebaño, cuestionarse si acaso no se les había ido el asunto de madre, si quizá deberían reservar sus improperios para los criminales de verdad. Al contrario, el ensañamiento no ha cesado hasta conseguir la defenestración del sujeto. No hay sombrilla suficiente para proteger del calor a un país tan cerril.