Antonio García

Antonio García


Big Jim

31/07/2023

Ahora que triunfa Barbie en las pantallas, es oportuno reivindicar a Big Jim, otro monigote de la misma compañía juguetera (Mattel), que podría haber sido el novio natural de la muñeca fashion si no se hubiera interpuesto Kent en su camino. Se diferenciaba de sus homólogos masculinos (GI Joe, Geyperman o Madelman) en que carecía de veleidades militares, portaba un rostro amable (siempre sonriente) y era más guapetón que todos ellos. Además estaba mejor proporcionado, equidistante del gigantismo de Geyperman y la escuchimitez de Madelman. Su embalaje era minimalista: como únicos accesorios, un calzón naranja, una tabla de karate, unas mancuernas y una cinta de estaño que reventaba con la bola de su bíceps, señales de que estaba más pendiente de su cuidado personal y de su palmito que de malgastar la fuerza física en empresas machirulas. Estos atributos hicieron de él un adelantado de la nueva masculinidad hoy triunfante. Por eso hemos dicho más arriba que emparejaría bien con la muñeca de moda: los dos compiten en cursilería. A la espera de que algún cuco productor se decida a reunirlos en la ficción –como han hecho los de Marvel con todo su repertorio-, la política ya se ha encargado de darles cuerpo manifiesto y real, porque la realidad imita al arte: Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, clavaditos a sus modelos articulados, formalizan ese ennoviamiento que ha teñido de rosa la vida política y ha convertido el país en una monumental guardería. El inconveniente es que los muñecos se descoyuntan y se rompen, que los niños se cansan pronto de ellos y no tienen escrúpulos en reemplazarlos. Y esto vale también para los monigotes de carne y hueso.