Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Los cafés

23/09/2023

Escribo ahora desde un café. Ruano lo escribió todo desde su mesa del café Gijón - de ordinario el artículo de Madrid y una gavilla de artículos para provincias. En Albacete pronunció una conferencia -la cobró por adelantado- y pasó como suplidos los sellos de sus cartas a las revistas -aprovechaba y mataba el tiempo desde el Gran Hotel para adelantar alguna colaboración. Con César Gonzalez-Ruano he tenido una relación intermitente. Tengo toda su obra periodística -gloriosos sus obituarios- y su Diario íntimo y también sus Memorias. Antaño me pareció imbatible, luego decreció muchísimo su crédito -y, ahora, desde el café donde escribo-, remanece hoy un poco más (sólo un poco) su escritura fácil y brillante, como una impostura muy difícil de advertir. Hoy los cafés han hecho moda como despachos profesionales. Basta un ordenador portátil y un buen teléfono para trabajar con el mismo provecho y rigor que el del despacho de siempre. Uno se cartea por correo electrónico, recibe autos y sentencias por medio del teléfono móvil, comunica con el cliente por videollamada y nada más necesita -en mi caso un buen lapicero de grafito y un cuaderno de notas; si el pleito requiere la presencia del cliente, es de buen tono llevarlo a las instalaciones del colegio; y si es necesaria una reunión importante con peritos y muy técnica, se procura uno un pequeño salón del Gran Hotel con café y dos jarras de agua. Para conciliar los intereses del hostelero y del profesional es bueno alternar durante la mañana diversos cafés - es impropio colonizar una mesa para toda una mañana- y resulta muy beneficiosa este modo de laborar -jamás te aburres, te dejas ver y evitas que el despacho de toda la vida te coma ( literalmente te reduce y te come en espantosa soledad)-. Cuando veo a compañeros trabajando en los cafés me pasa lo mismo que con Ruano: siento una gran admiración los más de los días; en el entretanto decrece un poco (pero sólo un poco); y luego ya me parece, en su justo término, un modo de trabajar formidable. Además- y esto es importante- el café de despacho es aburrido y agrio, por contra al café que borbollea en los cafés donde hay aire acondicionado para los interminables veranos. Y qué decir del gasto casi inapreciable comparado con despacho clásico. Si no fuese un vejestorio poblaría los cafés con gozo.

ARCHIVADO EN: Albacete, Gran Hotel, Madrid, Gijón