Emiliano García Page sustituyó a José Bono como presidente de la Comunidad Autónoma  de Castilla La Mancha, y es el único alto cargo socialista en activo  que ha diferido de manera rotunda de la política de Pedro Sánchez respecto a esa amnistía que gravita sobre las cabezas de quienes se levantaron contra el orden constitucional en busca de la independencia de Cataluña, lo que le enfrenta al todavía presidente del Gobierno, abierta y claramente.
Page se ha puesto decididamente junto a Felipe González, Alfonso Guerra, Joaquín Leguina y tantos otros socialistas que desde la primera hora fueron artífices del paso de la dictadura franquista a la democracia constitucional, que naturalmente difieren de la política oportunista del jaquetón de La Moncloa. Con una diferencia; que Page no solo se juega su relación más o menos cómoda con Sánchez, sino que desde ahora tendrá que aceptar la peligrosa realidad de formar parte de «los malditos» para el todavía presidente del Gobierno, aunque sea en funciones.  Y ya es sabido que este no es de los que perdonan. Y además que suele confundir la lealtad con el sometimiento perruno.  
De momento, Sánchez ha barrido del partido a Nicolás Redondo, hijo del histórico líder de UGT del mismo nombre, por diferir con su política oportunista encaminada a perpetuarse en el poder, a costa de echarle agua al vino del estallido catalanista que llevo  al exilio a Puigdemont escondido en el maletero de un coche. Sánchez parece que está dispuesto a todo para seguir en la Moncloa.   
Todo apunta a pensar que sobre la cabeza de Puigdemont revolotean las alas de la paloma de la amnistía, insuflada por las ansias de Sánchez de continuar en el machito, incluso a costa del respeto que merece el socialismo histórico perseguido por el franquismo durante tantos años.