Medio siglo de vidas paralelas en la UNED de Albacete

E.F.
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A pesar de los enormes cambios experimentados por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, las vivencias, ilusiones y esperanzas de alumnos y tutores son siempre iguales

Plácida Ballesteros, decana de los tutores de la UNED en Albacete. - Foto: R.S.

Durante mucho tiempo, uno de los personajes más importantes para la vida de los miles de estudiantes de toda España de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) fue el cartero.  

Era un personaje muy esperado, a veces con ansia, a veces con miedo, porque era quien depositaba en el buzón el sobre con las papeletas de las notas, firmadas en Madrid por un desconocido profesor que era una presencia a la vez lejana y omnisciente.

En sus inicios, la UNED fue muy dependiente del correo. Todos los cuatrimestres, además de examinarse en el Centro Asociado, había que enviar los cuadernillos con los trabajos correspondientes a cada asignatura.

Se suponía que había tiempo de sobra para hacerlos pero si hallar tiempo para 'opositar' los temarios, más que estudiarlos,  era ya todo un reto, sacarlo para aquellas tareas era una completa locura y al final éstos siempre se enviaban a la Sede Central casi encima de la fecha límite.

Lo cierto es que ayer y ahora, los alumnos de la UNED siempre han sido expertos en el arte de robar tiempo. Los hay que pasan horas en vela por la noche y con los libros mientras todos ya duermen en casa; otros salen del trabajo al mediodía y, en lugar de ir a casa a comer, devoran un bocadillo a toda prisa para estudiar al mediodía en la biblioteca más cercana, antes de regresar por la tarde al mundo laboral; algunos aprovechan las tardes del domingo, las horas más tontas de la semana, para repasar los largos temarios en vez de ir al fútbol o tumbarse a ver la tele en el sofá. 

Mención aparte merecen las parejas, cónyuges, amigos, hijos y demás relaciones humanas y personales de los alumnos. Ellos son los auténticos daños colaterales de tener a un estudiante de la UNED en su vida.

Soportan con paciencia ausencias, disculpan compromisos y asumen tareas para que el padre, la madre, el hijo, el hermano, incluso el abuelo o la abuela, puedan tener un título universitario. Muchos acaban 'abducidos' y matriculados porque si no puedes vencer el ansia de saber de un ser querido, mejor será compartirla.

Para todos los alumnos, el Centro Asociado es una segunda casa. Al fin y al cabo, es el único lugar del mundo donde se encuentran las únicas personas capaces de entender la bendita locura de estudiar una carrera a distancia, que son los demás alumnos y los tutores.

En Albacete, los veteranos subieron miles, millones de veces, los peldaños de las escaleras del Centro de la calle Isaac Peral, justo al lado de la Diputación. Los jóvenes -a veces sólo de espíritu, pero jóvenes- sólo conocen el edificio de La Milagrosa y han vivido la gran revolución de las plataformas telemáticas que terminaron de eclosionar durante la pandemia. 

Pero a pesar de los cambios, sus respectivas vivencias, ilusiones y esperanzas se parecen muchísimo, aunque hayan pasado 50 años. Los testimonios que siguen son cuatro ejemplos de ello.

Plácida Ballesteros, decana de los tutores del Centro Asociado de Albacete

Plácida Ballesteros es la tutora más veterana del Centro Asociado de la UNED «comencé hace 37 años, en el año 1986; de hecho, me quedé con la plaza que dejó vacante Rubí Sanz» quien llegaría a ser directora del Museo de Albacete y, posteriormente, del Museo Arqueológico Nacional.

«Llegué a la UNED procedente de Magisterio cuando en Albacete estudabas Magisterio o no estudiabas nada -recuerda- e hice el curso puente para obtener la licenciatura, la mayoría optaba por Pedagogía, pero yo decidí irme a Geografía e Historia».

Para Plácida, la sensación de formar parte de una comunidad es muy intensa y tangible: «En el Centro Asociado estudian familias enteras, una generación tras otra y lo digo con conocimiento de causa; mi marido y mis dos hijas también pasaron por aquí».

Vivió la época en que se hacían los exámenes en los salones del Restaurante Surco, el Centro de la Calle Isaac Peral, el traslado a La Milagrosa «y a pesar de las limitaciones y dificultades, este Centro siempre fue pionero y no solo en lo docente; a causa del perfil de nuestros alumnos, aquí se plantearon con muchos años de antelación cuestiones que hoy son muy comunes pero que entonces no lo eran como la conciliación, la accesibilidad, la atención a la discapacidad o la lucha contra la despoblación, porque la gran mayoría de nuestros titulados se queda aquí, en su tierra».

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