Antonio García

Antonio García


Babel

18/09/2023

La polémica sobre las lenguas en el Congreso -a partir del martes se emplearán también las cooficiales- es una polémica sin fundamento. Algunos tremendistas han llegado a recordar el relato babélico sobre la confusión de lenguas. En un ensayo, Juan Benet desmontó el mito, alegando que la torre se podía haber levantado igual, dado que el mundo de la construcción es el que menos requiere de intercambio lingüístico: se basa en planos, que es un lenguaje universal. Es posible que algún diputado díscolo, en actitud de rebeldía, renuncie a su pinganillo o haga oídos sordos cada vez que intervenga un usuario de otra lengua. Pero esto ya ocurría en un contexto monolingüe. En rigor, a muchas señorías, aun empleando la lengua castellana, tampoco se les entendía antes, por el mal uso que hacían de ella o por la confusión de conceptos. La oratoria aguachirlada es lo que domina entre políticos, y tanto da que las bobadas se digan en vasco, en catalán, en bable, en panocho o por medio de silbidos: siguen siendo bobadas. Mi modesta proposición es que el Gobierno se deje de zarandajas interesadas -los votos no saben de lenguas- y opte por el inglés como lengua franca, que es la que ha utilizado Rubiales cuando se ha querido defender. Como entiendo que no todas las señorías la dominan -aunque viven inmersos en ella, igual que el resto de españoles-, una segunda opción sería dividir el Congreso en dos secciones: bilingüe y no bilingüe, siguiendo el ejemplo de los institutos, aunque nuestra cámara tira más a guardería. La torre de la democracia no se resentiría por ello porque ya anda bastante desmochada.