Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Secreto de arcano

05/06/2021

Hay en la abogacía y la magistratura una participación irrecusable de la laguna Estigia. Balzac, en Modesta Mignon, escribe de «esa laguna Estigia que todo notario y todo hombre destinado a la magistratura deben llevar en sí mismos para los secretos de los demás». En el escritor de genio ocurre de igual manera -conlleva su escritura con su secreto vital que va desgranándose, como un deber, tras la rapiña de sus largas lecturas, el río que le llevará al traumatismo de la creación-. Todo hombre guarda secretos (algunos son actos de generosidad que ha cuidado en no desvelar jamás; otros parecen ser terribles -y lo son quizá por la dificultad de perdonarse-) además de guardar ajenos secretos (ya por el hecho de aceptarlos de otro se hacen propios) por amistad o profesión. Balzac, en su desmesura, va más allá del río del olvido -el Leteo- y se rebela frente al que lleva el secreto como un deber profesional, lo hace partícipe de los otros ríos de la Estigia, Flegentone y Aqueronte -río del odio, río del fuego y río de la aflicción- para hacer beligerante ese deber que incomoda y precisamente por ello fortifica. La Iglesia católica habla de sigilo o secreto de arcano -hasta el punto que podría más el secreto que una calamidad- y en ese padecer constante (el sigilo) y doloroso (el arcano ha de permanecer oculto y cerrado) bebe la desmesura balzaquiana. Hay novelas que parecen disponer el modo del hombre que guarda secretos de estado. En Honorina, Balzac alaba «la calma absoluta de los ingleses, los salvajes, los orientales y los diplomáticos consumados» -pero esa calma no los hace mejores secretistas; y siendo de suyo indiscutible que el salvaje es, por su falta de corrupción, un depositario natural del secreto. En la vida pública todos sabemos qué ha de permanecer secreto por el bien superior de la nación y qué castigo conlleva su quiebra o rotura -sin embargo, si el llamado a secreto lo participa o su violación es taimada, la acción resta oculta, y la sanción es, cuanto menos, privativa del honor deshonrado-; la Iglesia lo hará mejor y al momento de la violación del secreto nace per se la excomunión. El gran escritor acostumbra a cruzar la laguna Estigia para despojarse de la carga en el Leteo. Y así olvidar -saber poco o mejor nada-.