Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Baltasar

06/01/2024

El Ayuntamiento de Cáceres rectificó el error frente al empuje de los más pequeños -y desconcierto: los Reyes magos eran tres, pero Baltasar lo era blanco en el cartel municipal-. Tertuliano fue quien los convirtió en reyes y Giotto los representó blancos en la capilla Scrovegni. El negro era el color asociado al demonio, pero Baltasar triunfó y triunfa por todos los tiempos: su diferencia hace del regalo y del niño algo especial -peor lo tuvo y tiene Gaspar, pese a que Rubens lo mostrase arrodillado al tiempo que María le incorpora; parece estar para que el trío no sea dúo, casi como un deber. La Escritura habla de la motivación y el nerviosismo de los Magos: saben que pueden ser testigos de lo más grande- el «acampar» del Verbo, dirá el teólogo Ratzinger. Los magos no tienen término medio -aquí son sabios; pero en el Nuevo Testamento se pondrán de parte de los demonios-. Ratzinger se permite alguna que otra salvedad a su rigorismo: son hombres de ciencia que «sanean» su mensaje, «no se contentan con el mero saber, llevando así a la razón hasta sus más elevadas posibilidades» -la ciencia se supera con vistas a la Palabra-. En realidad Ratzinger escribió ese libro -La infancia de Jesús- cuando se desbordó el sentimiento por el Papa alemán y quizá como un modo de llegar a todos y al común de los lectores, casi como un anuncio: anunciaba su «Jesús de Nazaret» que arranca del bautismo, «propósito de poner fin a una vida anterior malgastada para  recibir una nueva». El teólogo navega ya por una mar casi inabordable -el bautizado no había malgastado nada- y repara en dos palabras que recoge Mateo para orillar el desconcierto de Juan: «Déjalo ahora -le dice Jesús- y cumplamos así toda justicia» -Steiner hablará de la contención en el lenguaje, de los discursos en parábolas y de «su rechazo a las declaraciones»-. De ordinario Gaspar era el rey más joven, pero muy pronto le cedió la frescura y vigor a Baltasar para algarabía de los niños -ayer molestos con el alcalde de Cáceres-. La estrella les guió -pese a ocultarse en Jerusalén y remanecer al retomar camino: «al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría»-. Y el teólogo dirá de la esperanza que se cumple: «la alegría de quien ha encontrado y ha sido encontrado».