Antonio García

Antonio García


Los bolsillos

16/10/2023

El suplemento Moda de El País se formula la inquietante pregunta de por qué la ropa de las mujeres no lleva bolsillos, cuya respuesta ha necesitado de todo un libro (Pockets, de Hannah Carlson) que yo gentilmente les resumo en esta columna de bolsillo. Como siempre el patriarcalismo anda detrás de estas asimetrías. Tradicionalmente la mujer ha tenido pocas cosas en propiedad y el dinero lo administraba el hombre, de ahí que las prendas masculinas sí reservaran varios espacios para guardar el billetero. Pero también se interpone la moda y la coquetería: las propias mujeres renunciaban a faldas o vestidos que desnivelaran su figura y nada más antiestético que el bulto de unas llaves, cosa que no parece importar al varón ya acostumbrado a marcar otros paquetes. Pioneras del bolsillo fueron Emily Dickinson, que lo requirió para guardar su lápiz y las hojitas donde hacía sus anotaciones, y Virginia Woolf que le dio un uso más perturbador: las piedras que cooperarían a hundirse más deprisa en el río Ouse. Todavía sorprendía que Penélope Cruz luciera un vestido con bolsillos en la pasarela de los oscars. Cuando los diseñadores quisieron estimular la igualdad, operaron contra la lógica: en lugar de ponerles bolsillos a ellas se los quitaron a ellos y crearon camisas o niquis sin bolsillos, por considerar que los de los pantalones eran suficientes. Para quien no puede pasar del boli –o si es fumador, del paquete de tabaco- esto constituía un verdadero engorro, así que uno entiende la reivindicación de las mujeres. La única cobertura que de verdad nos iguala -aparte de los vaqueros- es la postrera y dio título a una estupenda novela de Horace McCoy: Las mortajas no llevan bolsillos.