Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


'In memoriam'

26/01/2024

Este domingo viajo a Madrid para participar en la presentación de un libro. El día se las trae, pero la ocasión sin duda lo merece, pues se trata de honrar a uno de los tipos más divertidos, ingeniosos y generosos que he conocido. Ya hablé aquí en otra ocasión del fallecimiento de cierto amigo inglés que nació un día lluvioso de 1943. La cuestión es que al cabo de varias décadas no había dejado de llover, por lo que decidió marcharse de Inglaterra en busca de climas más soleados. Tras probar suerte en Arabia Saudí, comprendió que la ausencia de precipitaciones no compensaba las penalidades de malvivir en un lugar semejante, por lo que se trasladó a Madrid. Allí lo conocí hará tres lustros, precisamente durante la presentación de una de mis novelas. Mientras hablaba, yo miraba por el rabillo del ojo a un tipo alto con aspecto de explorador antártico que se reía de forma estrepitosa. «¿Qué se le habrá perdido aquí a este tipo?», me preguntaba convencido de que se había colado por los canapés gratis. Pero resultó que no, que había acudido por interés genuino. Se llamaba Steve Redwood y era un colega escritor. En su caso, de ciencia ficción. A pesar de la distancia, Steve y yo mantuvimos una buena amistad alimentada por la literatura, un sentido del humor muy similar y el afecto mutuo (como decía Borges, a diferencia del amor, la amistad no precisa de frecuencia). Luego él hizo lo mismo que el loro del sketch de Monty Python. Es decir, se murió, the fucking bastard. Han transcurrido casi dos años y este domingo nos reunimos para presentar un libro de relatos en su memoria: No plantéis ajos sobre mi tumba. Así rezaba la nota que dejó. Qué pena no haber podido disfrutar unos años más de un tipo tan excelente, pero él siempre anduvo en busca de climas benignos, y al parecer el de Madrid tampoco acababa de convencerle.