Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Desconcierto

25/09/2023

Imagino que habrán oído ustedes decir a los divulgadores de consignas –que proliferan como hongos– que la ciudadanía está tranquila y ajena a los funestos pronósticos y advertencias de los agoreros. Pues bien; no sé qué opinarán ustedes, pero, en lo que a mí y a mi entorno respecta, no sólo no estamos tranquilos, sino justo lo contrario: andamos preocupados y, sobre todo, desconcertados, hasta el punto de empezar a poner en cuarentena creencias y convicciones que creíamos arraigadas.
Ver como estamos viendo a diario en la televisión y oyendo en la radio a personas con criterio, o así al menos lo pensábamos, haciendo piruetas y diciendo con rotundidad digo donde antes de las elecciones de julio y la aparición de Puigdemont decían diego, nos causa estupor. Parece un mal sueño, una pesadilla del sesgo de las que nos refiere Ionesco en su teatro del absurdo; pero es verdad. ¡Qué decepción tan tremenda oír al unísono a los corifeos del sistema defender con peregrinos argumentos la amnistía express que dan por hecha los partidos independentistas catalanes y los socialistas de nuevo cuño! ¡Ellos que hace un par de meses afirmaban con singular vehemencia lo contrario! ¡Qué decepción, mayor si cabe, que ya es decir, tildar a Felipe González (acaso el único político de talla que ha dado el socialismo moderno, y a los hechos me remito) y a Alfonso Guerra de fachendosos a quienes hace tiempo se les paró el reloj y demás perrerías similares, descalificando a personas por las que durante años bebieron los vientos por atarles los cordones de sus zapatos!
Reconozcamos que es para volverse loco de atar. Y es que si la amnistía en cuestión fuera algo meditado, al menos, y perfectamente consensuado, mal que bien podríamos tragar el sapo, pero hacerlo a escondidas con unos cuantos juristas desaprensivos y manipuladores de la Constitución, con prisas, y a modo de chantaje, es algo intolerable para quienes, conociendo mínimamente la historia de España, son conscientes de la sangre, el sudor y las lágrimas que ha costado llegar hasta aquí.
Realmente, catalanes, vascos, gallegos y esa izquierda que cuando alguien pronuncia el nombre de España se tapa la nariz están en su papel, en especial los primeros, tan perfectamente retratados por su paisano Josep Plá, pero los socialistas de nuevo cuño… ¡Qué dirían Julián Besteiro, Indalencio Prieto, el propio Pablo Iglesias, por no hablar de los vascos Unamuno y Baroja, o los gallegos Valle-Inclán o Cela, de la ceremonia de la confusión a la que nos va llevando la ambición desmedida de una persona difícilmente calificable, como es el caso de nuestro presidente! Desbaratar de un puntapié lo que tanto costó edificar no es propio de gente sensata.
Pues bien al artífice de este ceremonial conviene advertirle de la magnitud de nuestro desconcierto, de nuestro enojo y nuestra decepción. Quién nos lo iba a decir cuando por primera vez lo votamos porque lo considerábamos un tipo cabal, un hombre que había sido maltratado y ninguneado por los suyos. Pero ahora que somos conscientes de la magnitud de nuestro error, sólo nos cabe el silencio de los derrotados, la autoflagelación y reiterar al causante de tan profundo fiasco aquello de 'se acabó'. Como afirmaba el citado Plá, hace tiempo que dejé de creer en los hombres, y todavía menos en la política y en las revoluciones. El siguiente paso la Amnistía -con lo que se reconoce explícitamente ante Europa la injusticia que el gobierno español y sus jueces perpetraron con el buen pueblo catalán–; después el derecho de autodeterminación, el correspondiente referéndum, que lo ganarán por lo civil o por lo criminal, el adiós a España de catalanes y vascos… ¿Y dónde estará don Pedro para entonces?
Malos tiempos se avecinan para la España pobre, para la España deprimida, la España vacía… Y lo peor es el grado de cerrazón mental de nuestra clase política no es patrimonio exclusivo suyo.

«Quién nos lo iba a decir cuando por primera vez lo votamos porque lo considerábamos un tipo cabal, un hombre que había sido maltratado y ninguneado por los suyos»