Antonio García

Antonio García


Jon Fosse

09/10/2023

Lo mejor del nuevo y polémico nobel de literatura es que no cuesta escribirlo o pronunciarlo. Los académicos suecos no se rompen las meninges a la hora de justificar los motivos de la entrega. El de este año, Jon Fosse, noruego de 64 años, lo ha recibido «por su prosa innovadora y por dar voz a lo inefable», unos méritos que valdrían para cualquiera de quienes le precedieron. Para no romper la tradición es también un autor del que los lectores comunes no sabemos nada y esto dificulta la confección de una columna honesta que no sea corta y pega de informes recibidos. En la noticia anual del nobel concurren siempre los mismos lugares comunes, uno de ellos la cantinela de recordar a quienes no lo obtuvieron, otra el de buscarle las motivaciones políticas a un premio señalado asimismo por la arbitrariedad de concederlo, en años recientes, a músicos, periodistas o titiriteros. Seamos por una vez benévolos -definitivamente hemos entrado en la edad de la conformidad- y reconozcamos sus aciertos antes que sus meteduras de pata o sus olvidos: hay que congratularse de que autores como Hesse, Faulkner, Mann, Kipling, Yeats, Eliot, Lessing, entre otros, que no hubieran necesitado del galardón para seguir siendo leídos, estén en ese panteón de ilustrísimas, pero también de que se nos revelaran nombres que sin galardón posiblemente no hubiéramos conocido jamás: Bashevis Singer, Mahfuz, Canetti, Brodsky, Szymborska, Öe. Para personalizar el comentario diré que muchos de ellos se encuentran entre mis más amados escritores -cómo olvidar a Aleixandre- y a ese lote debo aportar dos debilidades, defenestradísimas por quienes dispensan las bendiciones, como Patrick White o William Golding.