Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Una vuelta a la Feria

05/09/2023

Al igual que el planeta tierra gira en torno al sol, nadie duda que Albacete lo hace alrededor de ese fenómeno social que es nuestra Feria. Todo en la ciudad se mide sobre el eje de la Feria. Un acontecimiento que ha pasado de ser local o a lo sumo regional, para convertirse en un fenómeno turístico cuanto menos de ámbito nacional. Es más, como dice mi buen amigo Javier Ruiz de Onda Cero, a la Feria de Albacete todo manchego que se precie debe peregrinar una vez en la vida con la misma necesidad que un musulmán lo hace a La Meca. Son varias las causas de haber convertido a la Feria en un hito nacional. Entre ellas, gozar de una señera feria taurina, la mejor de septiembre sin dudarlo. Y qué decir del atractivo de ese monumental recinto ferial, que ahí sigue desde 1783 a pesar de todos los destrozos que le han causado sucesivas y desgraciadas remodelaciones. Pero sobre todo el éxito nacional creciente se debe a ser la nuestra una feria de brazos abiertos como la bautizó nuestro gran escritor José Serna. Aquí no se cierra el paso a nadie como ocurre en muchas ferias de caseta, traje regional y guarda jurado en la puerta. La de Albacete es el rompeolas de todas las ferias de España. Muchos alumnos al enterarse, porque hago gala de ello, que soy de Albacete, me preguntan por la Feria. Pero ojo que podemos morir de éxito. Porque no nos engañemos, muchos vienen porque Albacete es feria fácil para la juerga y el descontrol. Y también porque año tras año, la programación ferial es la misma, con muy poca innovación: pasear, comer y atracciones. En mi pregón de Feria 2008, en el balcón del viejo Ayuntamiento, rodeado de las alcaldesas Carmen Bayod y Carmen Oliver, ya advertí de que o reinventábamos la Feria o pasaría, por su rutina o previsibilidad, a denominarse la Feria de la Marmota. Está muy bien eso de darse una vuelta por la Feria, como tituló su libro mi maestro Luis Parreño. Pero, sobre todo, a la Feria, lo que deben hacer es darle una buena vuelta para evitar que, de volar tan alto como el mito griego Icaro, el sol le queme las alas.