Antonio García

Antonio García


Bicefalia

15/03/2021

Primero fue UPYD, esperanza de cuantos pensaron que había alternativa a la bicefalia, y ahora es Ciudadanos, que albergó a los prófugos de aquel partido no bien llegó su temporada de vacas flacas. En los dos casos asistimos a la autodestrucción de un proyecto noble, mal administrado por sus gestores que vuelve a dejar vacío el hueco entre los dos monstruos. A partir de 2011, con la ascensión de grupos innovadores que desafiaban el bipartidismo, albergamos la esperanza de que ello enriquecería la democracia. Esa posibilidad de optar por otra papeleta que no fuera la de toda la vida quedó en espejismo: no sólo no desapareció el bipartidismo sino que se consolidó, si bien engordando a los partidos matrices con adherencias extrañas y peligrosas: del pacto de PSOE con Podemos surgió un endriago vencido hacia la izquierda extrema, mientras que los flirteos del PP con el esperpento entontecieron aún más a una derecha ya de por sí risible, sin contar con la corrupción igualitaria en todas las formaciones. El hecho de que los dos extremos del arco sean eso mismo, extremos, no sería un inconveniente si al menos existiera una zona intermedia, una tierra común que recogiera lo menos malo de cada casa. Ese fue el papel que se otorgó UPYD y luego Ciudadanos, cuña entre dos españas, posibilidad de una tercera que recortara diferencias sempiternas entre romanos y cartagineses, punto de encuentro para quienes no se identifican con lo binario. Sueño que, una vez más, se ha demostrado quimérico. Contra ciertas vocaciones históricas, y la de España es el guerracivilismo, es inútil luchar, y seguimos prefiriendo la lidia antes que la templanza.