Antonio García

Antonio García


La silla del Rey

07/08/2023

En una vermutería de Palma, una señora robó la silla en la que previamente había estado sentado el Rey Felipe. Descartada la finalidad de obtener beneficios por el canje posterior, como si de un secuestro se tratara, la noticia se presta a doble interpretación, la buena y la mala, como el colesterol, y las dos tienen que ver con el fanatismo, pues hay fanatismos violentos y fanatismos aceptables; a este último lo llamamos fetichismo. Guiada por el primero, a la autora de la sustracción le movería el odio hacia la monarquía y la silla, usada como combustible de una pira, sería el elemento vicario que representa al monarca, igual que otros queman su fotografía o un monigote alusivo. Dada la dificultad de quemar la silla con el monarca encima, y ante la imposibilidad de quemar un trono, mucho más simbólico -porque ya no hay tronos, como en los cuentos- se quema el objeto que ha estado en contacto con las regias posaderas.  La otra intención, que parece a la postre la confirmada, es que se tratara de un acto de devoción. En las subastas cotiza el objeto perteneciente al famoso o al ilustre: un mechón de cabello, un diente, un fragmento de tostada y hace unos años se pujó por el inodoro de Salinger, lo más homologable a esta silla, obtenida por métodos menos lícitos. Pese a lo reproblable de la acción, emociona que todavía quede gente con esa capacidad de admiración y de idolatría, más en una época en que se ha perdido el respeto a las instituciones o se trata al que sobresale de igual a igual. Para la señora enemiga de lo ajeno, el rey Felipe tenía la consideración de un ídolo pop. A la monarquía no podía haberle salido una defensora mejor.