Antonio García

Antonio García


Los pelos

10/04/2023

En 1995 unos espeleólogos encontraron en unas cuevas de Menorca restos humanos junto con unos mechones de cabello que solo han podido ser analizados ahora: el resultado revela que algunos de esos isleños -al parecer chamanes- se ponían ciegos de belladona, beleño o mandrágora, propias de la flora menorquina. El pelo nos delata: como señal externa revela nuestra pertenencia a una tribu, una tendencia estética así como nuestro carácter, audaz o apocado, pero un análisis más detallado lo convierte en chivato de nuestras intimidades. Los cabellos leoninos de Beethoven, sometidos a la lupa de la ciencia, dijeron más de él que todas sus sinfonías.  Donde hay pelo hay alegría, dice el dicho que ahora se eleva a verdad científica pues en aquellos pelos de hace 3.000 años estaba la alegría de la burundanga. Hay que tener mucho cuidado con los restos que vamos dejando de nosotros, porque si nos hemos librado en vida de los alcoholímetros no escaparemos al test de alcoholemia de la posteridad, cuyo escrutinio informará de cada uno de nuestros chutes, afeando nuestra fama post mortem. Y no vale acogerse tampoco al otro dicho de que dentro de cien años todos calvos, porque la preservación de un mínimo mechón, costumbre entre enamorados o seres queridos, ya constituye una prueba de delito. Cualquiera de nuestros pelos, desprendidos durante el sueño en la almohada, enredados en el peine o en el desagüe, es portador de un historial no siempre ejemplar, por lo que en aras de preservar nuestra intimidad conviene hacer limpia exhaustiva de nuestros despojos y dejar a la posteridad un cráneo mondo. Si nos van a pillar, que no sea por los pelos. 

ARCHIVADO EN: Alcoholemia, Ciencia, Estética