Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


El remonte

13/01/2024

Han sido las Navidades -como ocurre siempre- un mirar hacia el pasado: el recuerdo de los padres idos, de las crédulas cabalgatas, del misterio del nacimiento en Belén. Progresando, en suma, hacia atrás. Steiner lo dijo muy bien: Para nosotros, para cualquier mente humana, «pensar el comienzo» es volver a las fuentes, es «progresar hacia atrás en su sentido más urgente y comprometido». Hay urgencia y compromiso. En cuanto a la urgencia es innata a la persona: en el tiempo de descarte aparece la convulsa querencia de lo que hemos sido. Lo que fuimos es la gramática que nos permitirá el compromiso -nuestra falta de tiempo lo procura urgente-. En derecho natural la edad de Cristo compendia las tres obligaciones: perpetuar la especie, vivir en sociedad y volver a los dones del silencio. Llega un tiempo -creo- en que el progreso personal va dejándose jirones casi insuperables (casi). Celan hablará de «expresiones cargadas del sentido y del violento y mágico acto del cierre». El lenguaje es nuestra gramática y como tal utilidad para volver a repasar la vivencia pasada ya alfabetizados -«el agua se aprende por la sed», en el altísimo verbo de Emily Dickinson-. Volver repasando o remontando. Aprendemos para remontar. Ocurre en la insuperable monarquía de Wagner: lo que hasta ahora sólo era sonoridad fonética, dictado de vocales y medida incipiente, cobra dimensiones de argumento -dirá George Steiner (todo primer plano de Steiner (recuerdo ahora el de las conversaciones con Laure Adler) es una cartografía amable)-. En la cena de Nochebuena, abriendo los regalos de Reyes o en la misa del Gallo nuestro remonte viene apellidado de vigilia: se permanece atento para progresar en el conocimiento de los padres muertos -nuestra gramática es ya plena con el paso de los años (y su ejercicio y práctica), en el hecho sorprendente de la dación mutua y en el anuncio milenario-. Tácitamente hay un esfuerzo (de ahí los jirones) por entender y agradecer «el milagro gratuito de la creación». El mejor viajero es el que vuelve antes -el del regreso a casa-. La vacación vital no es más que el sosiego para el remonte -comienzo sólo hay uno-. Y pese al cansancio la cronometría interior es medida exacta del tiempo que, en efecto, progresa hacia atrás de modo urgente.