Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


'Post mortem'

15/03/2024

He leído en algún sitio que dentro de 50 años en las redes sociales habrá más usuarios muertos que vivos. Pero no sé yo. Dado que hablamos de un fenómeno que tiene apenas 20 años de existencia, ¿quién sabe cómo nos relacionaremos dentro de otro par de décadas, si es que seguimos aquí para contarlo? Luego está el detalle de que el perfil social de un difunto les interesa a las multinacionales tecnológicas todavía menos que un perfil falso (al menos el segundo genera alguna actividad, aunque sea delictiva) por lo que no pasará mucho tiempo antes de que estos usuarios fantasmales sean detectados y borrados. Por último, lo más probable es que acaben imponiéndose esos «testamentos digitales» que todavía nos dan algo de yuyu, pero gracias a los cuales nuestros deudos podrán borrar nuestras huellas en internet, donde pintaremos más bien poco después de palmarla. Entretanto, muchos seguimos teniendo amigos y familiares difuntos que todavía nos sonríen desde sus páginas de Facebook y de Instagram (sobre todo desde Facebook, donde la media de edad es más alta) como si nada les hubiera ocurrido. Si uno disfruta del humor macabro y además es un poco cabrito, puede incluso remontarse en sus «biografías» hasta semanas o días antes del fallecimiento e interpelarlos del siguiente modo: «¡Ay, si supieras lo que te espera no te reirías tanto!». Aunque cabría la posibilidad de que ellos nos estén observando a su vez desde ese otro barrio cibernético que ahora habitan, y se estén descojonando al comprobar la forma tan ociosa y estúpida en la que estamos dilapidando lo que nos queda de vida. Bien mirado, la perspectiva de una inmortalidad digital no resulta tan deprimente. Piénsenlo. Para ganársela no hace falta obedecer mandamientos ni luchar en ninguna guerra santa ni reencarnarse en bicho desagradable alguno. Basta con mantener nuestros sarcófagos digitales aireados y acogedores. A fin de cuentas, es probable que en ese camposanto virtual recibamos más visitas que en el cementerio propiamente dicho.