Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


La plaza de la Catedral

07/12/2021

Uno de tantos desastres urbanísticos que han afeado para siempre una ciudad coqueta como era el Albacete anterior a la especulación, fue la reordenación de la Plaza de la Catedral. En ese alto donde se ubica desde el siglo XVI la Parroquia de San Juan Bautista, en la que me bautizó el recordado don Pedro e iglesia catedral que posee en palabras de Chueca Goitia las más bellas columnas del Renacimiento español, surgió el primer asentamiento de la ciudad, junto al desaparecido Alto de la Villa. Es una de las escasas catedrales en alto en España. Y en vez de dejarla diáfana, la rodearon de una serie de horrorosos edificios que la oprimen y desnaturalizan su esplendor. Hasta los años ochenta del siglo pasado, la Catedral emergía en gran parte exenta de edificaciones. Muchos lectores recordarán aquella cuesta pronunciada y la larga escalinata por la calle del Cura para llegar al edificio catedralicio. Esa cuesta albergaba un parking donde reinaba el recordado guardacoches Pedro Pastor y de apodo Dalí, por su bigote fino y en punta como el genio de Figueras. Con Salvador Jiménez de alcalde, frente a la casa de la tienda de Kalan Boy, se levantó otro chafarrinón inmobiliario. Aquel recordado alcalde tuvo los reaños de derribar el edificio, salvando la vista de la Catedral. Aunque en esa zona se excavaría más adelante un parking público, cuyo acceso y salida afean desde entonces su contemplación. La creación de ese parking y la edificación a principios de los noventa del actual Edificio Catedral, fueron la justificación para reordenar la Plaza de la Catedral. Un dechado de mal gusto, convirtiendo una plaza que tenía que ser solaz y vista para el visitante en algo parecido a una triste área de descanso de un cementerio. Este desastre urbanístico ya no tiene solución. Pero sí que me piden algunos lectores, sobre todo los de avanzada edad que desean acercarse a misa, que se facilite un ascensor desde la calle del Cura hasta la desdichada plaza. Sé que el padre don Julián Ros, vicario de la Diócesis, trabaja para ello con la Alcaldía y que ello se lograra un día. ¡Ay, Señor!