José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Abuelidad

08/09/2021

Uno entra de manera súbita en la paternidad. Asumes que eres padre desde el momento de la gestación, pero esa primera paternidad es de sofá y mantita, de mano sobre el vientre de la madre para sentir los movimientos del feto, de dietas vigiladas y de paseos suaves, nada que ver con los llantos, los biberones, los pañales y las visitas al pediatra que le sobrevienen a la pareja tras el parto. Supongo que la maternidad es un sentimiento anterior al de la paternidad, pues, salvo excepciones, las mujeres sienten el deseo de ser madres -y a veces con urgencia- antes incluso de conocer al otro progenitor. Una amiga le advirtió a su marido que se fuese haciendo a la idea de que quería otro hijo en un plazo no superior a dos años.
Así como la paternidad es la cualidad de ser padre y la maternidad la de ser madre, la abuelidad, como estado, nace en el momento en el que viene a la vida un nieto. Da pena comprobar que la RAE siga sin querer admitir este término, que además de necesario tiene su encanto. La abuelidad no es tan sorpresiva como la paternidad; la abuelidad se percibe por instinto y desde lejos, como cuando, estando ya el invierno agonizante, la primavera se cuela un día por las ventanas de tu casa con su vestido taraceado de espumas cálidas, de soles y de fragancias de tierra renacida. La abuelidad, por eso, se asemeja tanto a la maternidad, porque no te pilla de sorpresa.
El caso es que llevo ya unos meses intuyendo, incluso notando, que estoy acompañado por un nieto, por mi nieto. No es que quiera meterle prisas a mi hijo, pero sí es cierto que es un sentimiento para el que ya me veo preparado, un sentimiento aun más maduro y sólido que el de la paternidad; ahora comprendo que los abuelos profesen una unión emocional tan estrecha con sus nietos, no más fría que la que les unen con sus hijos, simplemente más intensa. La abuelidad, la presencia de un nieto, así lo percibo, es un premio cálido que te da la vida para sobrellevar las terribles inclemencias, las heladas soledades del último invierno.