Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Plaza Menor

09/03/2021

La Plaza Mayor ya ni es plaza ni es mayor. Los desgraciados años 70 para el urbanismo de Albacete acabaron con aquel singular mercado con torre y reloj, destruyendo su preciosa cubierta de hierro forjado con lucernarios. Aquella operación arrasó el origen de la ciudad, «El Alto de la Villa», para levantar en su lugar un adefesio urbanístico: «Villacerrada». Este colosal dislate urbanístico se llevó por delante el centro de la vida social de Albacete que fue desde el siglo XVI su Plaza Mayor. Sucesivas remodelaciones del entorno la han desgraciado más. Tengo en mi memoria grabado aquel espacio central de vida que fue la Plaza Mayor hasta finales de los 70. Era el capullo del meollo del bollo, que decía Paco Umbral, donde pasaba de todo. Al mercado accedíamos por la calle Carnicerías y en esa oscura planta baja se ubicaban los puestos de carne y pescado. La planta de arriba, con su señorial cubierta de hierro, albergaba puestos de fruta y verdura. Desde allí, a la Plaza Mayor se bajaba por una empinada escalera donde a pie de calle te esperaba La Cari, la de los plátanos, y un puesto de carne de caballo. Más allá emergía ese zoco rectangular, concentrado y bullicioso de vendedores. Luisa y Joaquín, con sus pipas y chucherías. Paco y sus sardinas saladas. Adrián y las olivas. Agustina y La Tina, vendían pipas y chicles. Emilio y Argimiro, melones y sandías. Los recoveros Higinia y Chapín mostraban sus canastos repletos de huevos. Antonio Romero y Juana Rodríguez, vendían cascaruja. Aquel Juanito (cuidador del campo de fútbol del Paseo de la Cuba) y su ferretería ambulante. Pepe Cuesta con sus juguetes. Paco, el zapatero. Maria, la gambera. Mariano Rueda y su heladería (que aún mantiene). Nicasio, el alpargatero. Mis amigos Angel Chacón y Rosa con su singular kiosco de prensa. Un ir y venir de vidas que se distribuían luego por la churrería de Paca, la imprenta de Ruescas, la peluquería de Lucas, los desayunos de Salas, el bar Los Corales con su mítico vermú y calamares, la ferretería de la Plaza, Quintanilla, Almacenes Paños, el salón limpiabotas con 14 puestos y esos WC públicos que mantenían (como podían), Mari y Emilio. Mi querida Plaza Mayor, fui testigo de tu esplendor y hoy lamento verte así, como una Plaza Menor, despersonalizada, sin pulso.