Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Aquiles de Asprona

21/06/2022

Casi sin hacer ruido, como de puntillas, propio de su modestia, nuestro torero Antonio Rojas salió la semana pasada por la puerta grande de la vida camino del ruedo del Cielo. Allí ya lidia el toro de la Eternidad junto a su más querido rival, Dámaso, y otra legión de toreros albacetenses como Amador, Pedrés, Montero, Vergara, Valerito, Manolo Navarro o aquellos tres novilleros, Loren, Panduro y Rumbo, asesinados bajo la luna llena y cuyo recuerdo, querido vicealcalde Casañ, sigue pendiente de fijarse en nuestra centenaria plaza. Saludé a Rojas antes de la pandemia en el restaurante Los Martínez de Tinajeros y lo vi feliz junto a su familia. Aproveché para agradecerle lo que hizo por el toreo de Albacete. Este columnista fue testigo de su sana rivalidad local con Dámaso y de aquellas trifulcas entre partidarios en la solanera del tendido 9. También de sus salidas a hombros, ambos, por el Paseo de la Feria. Pero para mí, Antonio Rojas, a quien ahora despedimos, siempre fue y será el héroe de la corrida de Asprona. Pues en una tarde lluviosa del 5 de julio de 1976, y ante toda España, se quedó solo para estoquear cinco toros de Samuel, saliendo a hombros con cuatro orejas en esas mismas manos hoy cruzadas sobre un cuerpo sin vida. No pude estar en directo, ni verla en TVE, pues me encontraba en la Normandía francesa. Pero recuerdo la carta emocionada de mi hermano Ignacio relatándome la gesta de Antonio Rojas al quedarse solo en el ruedo por cogida del pundonoroso y alegre toricantano Ángel Rafael y después tras la cornada dramática del gran artista Sebastián Cortés. La descripción minuciosa de mi hermano sobre el triunfo de Rojas, asentado sobre el albero encharcado con la sangre de Sebastián, produjo en mí la misma sensación que una gesta del mismísimo Aquiles leída en La Odisea. La semana pasada, el cuerpo de Antonio Rojas fue honrado como un tótem homérico, paseándolo, por última vez, por el mismo escenario donde, una tarde plomiza de julio de 1976, escribió una de las más heroicas páginas de la centenaria historia de nuestra plaza. Con la honra y el honor propio del valiente, Albacete despedía a su Aquiles de Asprona, Antonio Rojas, torero, maestro.