José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


'Un día en Pompeya'

01/07/2020

«Disfruta mientras estás vivo, porque el mañana es incierto». Esta inscripción se lee en una magnífica taza de plata que forma parte del tesoro de Boscoreale, descubierto en el lugar donde se hallaba la villa de un rico hacendado romano, a pocos kilómetros de Pompeya. La erupción del Vesubio el 79 d. C. sepultó, entre otras joyas, una vajilla de plata de más de cien piezas entre las que sobresale esta. La leyenda está inscrita entre varios esqueletos que representan a filósofos que ofrecen a los comensales manjares gastronómicos para que se disfruten antes de que la muerte llame a nuestra puerta y nos constriña a acompañarla.
No es fácil recrear con exactitud cómo era la vida, en un día normal, de los habitantes de una ciudad de hace casi dos mil años. Para ello, es necesario recopilar toda la información existente, saber exponerla de forma amena y didáctica, poseer una sólida formación cultural y, sobre todo, mucha pasión a la hora de llevar a cabo la tarea. Esto es lo que ha conseguido Fernando Lillo en su último libro, Un día en Pompeya (Espasa). Más allá de un ensayo histórico y novelado, es un documental en el que asistimos a la reconstrucción exacta de los edificios y calles, de personajes reales y de costumbres de Pompeya un sábado cualquiera de la primavera del año en que el Vesubio estalló y cuyas nubes piroclásticas segaron la vida de miles de ciudadanos. Agricultores, panaderos, políticos locales, sacerdotes, banqueros, lavanderos, locales de comida rápida (cauponae), gladiadores, prostitutas, ladrones, ludópatas, actores, profesores, ciudadanos conversando en las termas... la ciudad, con sus ruidos, olores y voces, vuelve a la vida y sientes que paseas por ella, que eres un pompeyano más, a través de las páginas de este gran libro de Fernando Lillo.
La taza de Boscoreale también aparece en estas páginas, y su dueño bebiendo de ella meses antes de morir. No es mal consejo leer el libro de F. Lillo y no olvidar que disfrutemos hoy porque no sabemos qué sucederá mañana. Es necesario conocer las ruinas para afrontar con firmeza nuestro presente. Siste, viator.