José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Entrañable madurez

24/03/2021

Hay una edad, que es en la que ya estoy, en la que uno ya huye de todo. Te das cuenta de ello cuando por primera vez intuyes que el bullicio diario, más que una compañía, es una carga molesta que deseas sacar de las alforjas. Uno advierte esta edad al sentir la necesidad de dejarlo casi todo porque verificas que este viaje es definitivamente solo de ida y el camino comienza a ascender, o al sentir la inercia de que ya no merece la pena bajarse por un instante en las insulsas estaciones del ocio porque ya no hay nadie interesante a quien conocer, o al experimentar un irrefrenable desprecio hacia la discusión irracional y hacia la superficialidad de tantas palabras que escuchas a lo largo del día enhebradas con el hilo invisible -hiriente- del engaño.
Esta edad, que es la de la entrañable madurez como la llamó Umbral, deseo vivirla desde la misma tranquilidad que nace cuando estoy sentado en mi sillón azul, en un apartado rincón del salón, rodeado por mis libros y por los sonidos familiares de mi casa, conscientemente aislado de la ruidosa toxicidad del exterior. Qué cansado me siento ya de la demagogia de los políticos, del ajetreo público, de la sed de tener y de acumular a la que está esclavizado el hombre, de la estupidez incurable en la que se educa al ciudadano.
Me sobran tantas cosas que he ido acumulando a lo largo de los años. Me sobra gente, me sobran números de teléfono, me sobran imágenes almacenadas en discos duros o en marcos de aljófar; por sobrarme me sobran incluso recuerdos porque, aunque no lo contemplemos con nitidez, mientras vivimos permanecemos en el pasado: el presente es solo un lugar de paso en el que no podemos pararnos. Ligero de equipaje, escribió el poeta. Qué claras se me presentan ahora estas palabras. Me sobran, sí, tantas cosas.
Hay una edad, que es en la que ya estoy, que invita a uno a cubrirse con la manta de la discreción y del distanciamiento social y a mí a sentarme, sin prisas, sin tiempo, en mi sillón azul, tan quieto en su apartado rincón de mi salón. Es la edad en la que uno empieza a huir de todo.