José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Desayuno con Lluch

25/11/2020

Apuré el plazo de solicitud, de ahí mi alegría cuando recibí la carta en la que me confirmaban la concesión de una beca para un curso de verano en la UIMP sobre la situación del español en aquellos tiempos de agitación nacionalista y de diglosia en el País Vasco y en Cataluña. Me alojaría en el Palacio de la Magdalena. Fue la semana del 19 al 23 de agosto de 1991.
El rector, Ernest Lluch, logró su deseo de que profesores y alumnos conviviéramos más allá del aula, de que el diálogo y el aprendizaje salieran del ámbito académico. Ahora que revivo aquellas sensaciones de hace 30 años, estoy convencido de que Lluch tomó como modelo para los cursos de la UIMP el ambiente cultural que se vivió en el Madrid de la década de los 20 y de los 30 al calor de la Institución Libre de Enseñanza y convirtió el Palacio de la Magdalena en una Residencia de Estudiantes bañada por el Cantábrico.
Lluch desayunaba con nosotros. Se sentaba cada día en una mesa distinta. La mañana que desayunó en la mía estaba sentado a mi lado Emilio Alarcos, que apenas habló: se limitaba a beber un café negro y espeso como el tabaco que fumaba. Su halitosis era espantosa. El tema de conversación, muy bien dirigido por Lluch, fue el fallido golpe de Estado contra Gorbachov y su perestroika, tras el cual se izó por primera vez la bandera tricolor en el Kremlin. Es el comienzo de una nueva era y el triunfo del capitalismo, dijo Lluch. Yo tampoco intervine mucho; me limité a escuchar. Al terminar el desayuno, me acerqué al rector para felicitarlo y para darle las gracias, y él puso su mano en mi hombro y me preguntó si el curso alcanzaba las expectativas.
Lloré su asesinato hace ahora 20 años. Creo que es el único que me afligió con tanta cercanía. ETA, en la década de los 90, quiso enterrar la intelectualidad y la libertad de pensamiento de nuestro país metiendo un par de balas en las cabezas de Tomás y Valiente y de Ernest Lluch. Pero no lo logró. De ellos hemos heredado la tolerancia, el diálogo y el rechazo del chantaje y de la violencia como medios políticos. Aquel desayuno no ha muerto; aún siento su mano sobre mi hombro.