José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Raíces

30/12/2020

Soy el que algunas noches se desvela cuando la gran mayoría sigue enterrada en el sueño, que es el trasunto de la muerte. A veces, los caballos de la noche corren demasiado deprisa y su galope me despierta. Ovidio dijo que nada corre tan deprisa como los años; nadie conserva un recuerdo fiel y completo de todo lo que le ha acontecido en la última década, por poner un ejemplo, y el vértigo de la amnesia nos empuja hacia abajo por un tobogán de meses y por una sucesión de imágenes en cámara rápida que enseguida olvidamos. Pero hay noches como esta que se apresuran de tal forma que te arrancan del sueño y te devuelven a la vida antes de tiempo, como un parto prematuro. Abro entonces los ojos y me quedo unos minutos contemplando la luminosidad metálica de las farolas que araña la cortina de la ventana, la quietud insomne del reloj y de los anillos sobre la mesita de noche, la fantasmal quietud de mi cuerpo bajo el edredón, como una basta raíz horizontal que arquea la tierra de tela.
No se oye ningún ruido de la calle. Así suena el toque de queda impuesto en toda España. En otras circunstancias me habría vestido para pasear por las apagadas calles sintiendo cómo va bombeando con más fuerza el corazón de la ciudad y va sembrando su dispersión de latidos por el aire aún adormecido; por eso, a veces también soy el que algunas madrugadas recorre las aceras húmedas del invierno observando cómo las ventanas de los edificios levantan sus párpados y se iluminan, asistiendo al discreto tráfago de camiones y furgonetas al distribuir, como despenseros, la comida y la prensa del día.
Saco mi cuerpo de la cama despacio y con esfuerzo como el que arranca un gran tubérculo de la tierra seca. Estiro mi cuerpo para que la sangre de los músculos se despierte. En el baño contemplo al que me contempla, ambos sin mascarilla y con los ojos en ayunas. Enciendo entonces el ordenador y me preparo un café. Sobre el documento abierto, blanco como un folio, comienzo a escribir estas líneas en esta noche que aún no ha terminado y que me envuelve en un silencio de años y en un helor de incertidumbre.

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