Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Ay, mi Sevilla

14/07/2020

Toda persona lleva en su sentimiento tres ciudades: aquella en la que nace, en la que pace y en la que vibra. En la biografía de muchos hombres y mujeres, las tres suelen unirse en una sola. Pero no es mi caso. Yo nací en Albacete y por ella vibro, como bien sabe el lector. Por motivos laborales, pazco en Madrid, pero en ella no vibro. Me la sé de memoria. Y no nací en Sevilla, pero cuando la piso, algo se me mueve en el alma. Un 27 de enero de 1987 llegué a Sevilla, saludé a La Maestranza como aquel Juncal de Paco Rabal y me metí un año en un cuartel para hacer la mili, esa que a tanto joven caprichoso y díscolo le vendría de cine. Mi padre también la hizo allí y tanto su olor a azahar como la visión del paso imposible del Cristo de la Lanzada por la minúscula calle de Placentines, lo guardó el pobre hasta su muerte. Tiene Sevilla en mi biografía también la huella del drama. Allí, en un viaje de COU con los profesores Santamaría y Luis Guillermo, enfermé en plena antesala de la Selectividad. Luego pasé el peor día de mi vida (un 14 de abril de 1992), viendo por TVE la llegada del AVE a Sevilla. Pero para mí Sevilla representa la alegría de vivir y una explosión de belleza. Es olor a azahar, sí. Pero también es el sonido del agua en la plaza de doña Elvira en el Barrio de Santa Cruz. Es el silencio en el monumento a Bécquer en el Parque de Maria Luisa. Sevilla es un café al amanecer bajo La Giralda. Un monumental natural de Curro Romero en la catedral blanca del toreo. Una manzanilla de Sanlúcar en un bar de Triana y una visita al Cristo de Montañés en la Iglesia del Salvador. Sevilla es una copla de Juanita Reina y una canción arrebatada de Marifé de Triana. Es una noche enamorada en el Hotel Alfonso XIII y un paseo nocturno a la vera del Guadalquivir hasta el monumento a Juan Belmonte. Este domingo pisé de nuevo Sevilla. Está dormida. No es el calor de 44 grados. Sevilla no tiene turistas. Hoteles, bares, terrazas, tiendas, están cerrados. Este maldito bicho ha contagiado a Sevilla. Está triste. Sin alma. Ay, mi Sevilla.